EDITORIAL

Las estadísticas que avergüenzan

La presentación, el pasado jueves, de la más reciente Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2014 estremeció a varios sectores, empezando por quienes en este momento encabezan la conducción de un gobierno de transición. No es para menos, ya que las estadísticas presentadas deberían avergonzarnos a todos y no solo a las personas que toman muchas de las decisiones que desde el sector público tendrían que buscar constantemente cambiar la tendencia de esos indicadores.

Sin embargo no ha sido así, y lejos de que el país mejore ha sido al revés, y hoy se conoce con mayores niveles de certeza que la situación ha empeorado para millones de guatemaltecos y que prácticamente dos de cada tres de ellos viven en la pobreza. Las últimas cifras nos ubican con un 59.3 por ciento de pobres para 2014, cuando en 2006 se registraba un porcentaje del 51.2, mientras que en 2000 el problema afectaba al 56.4 de la población. Un rezago lamentable que se agudizó en los últimos siete años.

Cuando el presidente Alejandro Maldonado afirma que esas estadísticas son para avergonzarnos a todos, tiene razón, y en los pocos días que le quedan a su gobierno todavía puede incidir en grandes cambios para empezar a revertir esa penosa situación. Esta debe atacarse desde todos los sectores, porque ciertamente los altos niveles de inequidad solo pueden traer malos augurios, ya que debilitan al sistema social y laboral, que tampoco pueden ser parte de un mejoramiento en las condiciones en las que sobreviven millones de personas.

La encuesta sobre las condiciones de pobreza solo pudo medir los años 2000, 2006 y 2014 porque en estos fue posible utilizar la misma metodología que se aplica de acuerdo con los requerimientos del Banco Mundial, lo que implica que el país ni siquiera ha podido hacer mediciones similares en los demás años para determinar con mayor celeridad los avances en indicadores de desarrollo que son vitales para emprender políticas públicas que oportunamente alerten sobre esos rasgos, los cuales al final tienen un enorme impacto en el avance de cualquier nación.

Estos graves vacíos implican que cualquier planificación o búsqueda de cumplir alguna meta está vacía de contenido porque no pueden hacerse presupuestos que les den la espalda a esas realidades. Peor aún, si este tipo de proyecciones son manipuladas por impresentables diputados que abusan de su condición para introducir cambios antojadizos en el plan de gastos, mediante los cuales solo buscan beneficiar a una cúpula mafiosa, enquistada en el Estado, que en todo caso únicamente fortalece un sistema inviable.

Nadie debe quedar indiferente a las cifras tan desalentadoras como las presentadas por el equipo del Instituto Nacional de Estadística, pues denotan mucha irresponsabilidad y por ello contrastan los elevados niveles de corrupción, mientras grandes sectores de la población languidecen.

Guatemala ni siquiera logró cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, lo cual simplemente complementa el cuadro que hoy observamos, el que está revestido de un marco de indiferencia generalizada que complica cualquier posibilidad de desarrollo.

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