La velada comenzó para los invitados a la fiesta romana de Chanel -que de esta manera continúa la tradición de presentar cada año una colección de “media costura” que destaca la labor de los talleres artesanales de la firma- con una bienvenida a uno de los decorados estables que reproducen los foros romanos.
A continuación Lagerfeld ofreció por primera vez la proyección de One and forever, un cortometraje dirigido por el diseñador y director de 82 años en el que se cuenta una breve historia que gira alrededor de un rodaje en el que Stewart y Chaplin interpretan a la legendaria creadora de Chanel, Coco.
“Es único y genial, es de verdad un auténtico genio. Es un creador impresionante, es mucho más que moda, estilo… y es director de cine además, he hecho cuatro películas con él y es impresionante”, dijo Chaplin sobre Lagerfeld a dos medios españoles, entre ellos Efe.
“Yo le admiraba mucho desde siempre, porque me gusta la maldad que tiene, la inteligencia, su personalidad y, de repente, me llama para hacer Coco Chanel y, no lo conocía. Y… ¡hace cine también! O sea que hace de todo”, resumió la intérprete de Doctor Zhivago.
A la proyección, acogida con unos aplausos posiblemente más tímidos que los que recibiría después Lagerfeld tras el desfile de sus maniquíes en el adyacente París simulado, le siguió el plato fuerte de la noche.
Tan de cartón piedra como el set de bienvenida era el París reconstruido en el plató favorito de Fellini, uno de los 21 con los que cuenta Cinecitt, distribuidos en 21 hectáreas y en donde se rodaron peplum emblemáticos como Quo Vadis y la Cleopatra que selló la tormentosa unión de Elizabeth Taylor y Richard Burton.
Una plaza con un quiosco de música, al final de una calle con un cine que exhibe un ficticio Rendez-vous Rome, una floristería, una frutería, una panadería y varios cafés, todos en varios tonos de gris que evocaban un París intemporal, sirvieron de decorado a la colección con unas modelos que simulaban llegar en metro, saliendo de una estación de nombre Paris-Rome.
Los tonos de la colección que Lagerfeld presentó hoy en la capital italiana se resumen en una paleta de otoño tardío parisino, con los colores fetiche de Chanel: negro, beis, crema, gris y azul marino, con pinceladas de marrones, ocres, naranjas y capuccino.
El tweed, el mohair, la cachemira, la lana bouclé, el cuero, el jersey y el terciopelo se combinaron en diversas propuestas con encaje, crepés de seda, chiffon y georgette y hasta celuloide trenzado.
Por las calles de un París en el que se respiraba Fellini Lagerfeld hizo desfilar su modelo icónico ya sea en tres piezas -chaqueta, falda recta y pantalón pitillo- o en trampantojo.
Y por todas partes, capas papales -para eso estamos en Roma- que pasearon las modelos en cualquier versión de tejido y color menos en la del papa Francisco.
Tailleurs chemise y multiud de plisados, así como plumas pintadas con motivos que evocaban el mármol travertino romano y mules, un calzado que Lagerfeld confesó Chanel no había presentado antes, clásico si no fuera porque en ocasiones al tacón se le había subido una pequeña serpiente que abrazaba una perla.
Ejemplos de la destreza de la artesanía que la casa elogia con estos desfiles, pues Chanel presume de fomentar el trabajo de la decena de firmas tradicionales de su grupo que siguen creando y que desfiles como el de Roma se encargan de valorar.
Para la noche, la colección presentada en Roma apuesta por una silueta ultrafemenina, a decir de la casa, “fluida y delicada” : negligés de encaje bordados con tul, vestidos-faja en terciopelo plisado y camisones en crepé georgette y en encaje de guipur.