El 6 de octubre, el presidente de la Real Audiencia, gobernador y capitán general, don Antonio Peraza Ayala Castilla y Rojas —conde de la Gomera— aprobó el juramento hecho por el Honorable Ayuntamiento y “solicitó al venerable Cabildo Eclesiástico que… por haber sido jurada la Inmaculada Concepción de María patrona tutelar de la ciudad… se autorice procesión anual, en el templo de San Francisco”.
Este hecho se reforzó en 1761, cuando una disposición del rey Carlos III indicó: “los oficios y misa del Día de Concepción, se deben llevar a cabo en todo el imperio español, conforme a la práctica franciscana”.
El rezado es una procesión nocturna festiva con la imagen de la Virgen de Concepción.
También es conocida como Virgen de los Reyes.
Fue traída de España a finales del siglo XVI por fray Antonio Tineo, destinada originalmente para al convento de San Francisco, en el Valle de Almolonga.
Esplendor Procesional
El rezado es una procesión nocturna festiva con la imagen de la Virgen de Concepción.
También es conocida como Virgen de los Reyes.
Fue traída de España a finales del siglo XVI por fray Antonio Tineo, destinada originalmente para al convento de San Francisco, en el Valle de Almolonga.
Una de las características de este cortejo es el lustre que durante casi cuatro siglos ha mostrado a los parroquianos, de lo cual dio fe J.L. Stephens cuando detalló el cortejo de la siguiente manera: “Sobre unas pequeñas andas, ricamente decoradas con oro y plata y con flores en profusión, protegidas por un hermoso palio de seda, sostenido en lo alto con cuatro doradas pértigas”.
También observó que participaban mujeres de todas las clases sociales sin fisuras económicas: “La sencillez de costumbres que permite a las damas de primera categoría mezclarse libremente con la muchedumbre y sentarse en las calles, formaban un cuadro de belleza que aún suaviza la impresión de estolidez que Guatemala dejó grabado…”.
El día clásico
El escritor e historiador Ramón A. Salazar (1852-1914) en su libro Tiempo viejo calificó el 8 de diciembre como día clásico en Guatemala, debido a que la procesión triunfal de la imagen de la Virgen por las principales calles de la ciudad era el gran acontecimiento del día.
La apoteosis comenzaba a las 16 horas en la puerta del templo de San Francisco, Sexta avenida y 13 calle de la zona 1, de la Ciudad de Guatemala, con cánticos de alegría sobre alfombras de flores por la Calle Real (Sexta Avenida), y de allí se dirigía al templo de Santa Teresa (4a. calle y 9a. avenida).
“Un tamborón inarmónico, que tocaba un niño, abría el cortejo y lo seguía una muchedumbre que marchaba, saltaba, gritaba, silbaba y arrojaba cohetillos chinos”. Atrás iban las efigies de ángeles conducidas en andas rodeadas de farolitos y “por último y en elevado trono entre música y cantares, luz y alegría la imagen de la Virgen”, relata Salazar, quien de manera convincente sentencia: “Como lo vi te lo cuento… En estos mis recuerdos relato, no comento, no soy místico”.
El historiador agrega: “Estos festejos eran capaces de conmover a toda una ciudad y a todas sus clases sociales, cualquiera habría comprendido que ese pueblo pasaba por una de sus horas felices. Y en efecto lo era… olvidando sus penas, se entregaba aunque fuese por pocas horas, a la alegría y al regocijo”.
Durante esa fecha Guatemala se transformaba en el emporio de las luces, no precisamente la que irradia la universidad ni las escuelas, “sino las que fabricaban Pepe Lara y el padre Pizano, los pirotécnicos más celebres de la época, una especie de doctores muy del agrado de nuestros gobernantes”, relata Salazar.
Huellas en papel
Las crónicas de la Gaceta de Guatemala permiten revivir esos momentos de algarabía espiritual de la segunda mitad del siglo XIX. En su crónica del 10 de diciembre de 1852, dicho periódico publicó lo siguiente: “El 8… por la tarde salió el rezado de San Francisco, recorrió la estación acostumbrada y por la noche hubo fuegos artificiales en la plazuela de dicha iglesia. El tiempo, que desde el 7 ha sido favorable, proporcionó que estas funciones se celebrasen con la pompa y concurrencia de gentes que se observa en ella todos los años.”
Dos años después, el 15 de diciembre de 1854, este mismo medio de comunicación describió el evento así: “Desde la víspera, las calles por donde ha de pasar el rezado, están adornadas con multitud de gallardetes de colores, guirnaldas de flores naturales, colgaduras etc. Las campanas de todas las iglesias se echan al vuelo desde las doce y continúan los repiques hasta ya entrada la noche. Esto y los preparativos para la función del día siguiente, da a la ciudad un aspecto inusitado de animación y alegría”.
En esos años la procesión recorrió la estación acostumbrada: la Calle Real, Plaza Mayor, Concepción (7a. avenida) y Santa Teresa, la cual fue adornada con mucho fervor. Las calles fueron iluminadas con luces de colores, que se exhibían en las ventanas, pero uno de los mejor adornados era la calle del Seminario (9a. avenida entre 9a. y 10a. calle, zona 1). “Allí el rezado hizo alto, mientras se quemaban candelas romanas, luces de Bengala, cohetes de paracaídas y otros fuegos con que contribuyeron los seminaristas a dar esplendor a la función”, cita la crónica.
En el lugar los niños se formaron delante del colegio y su banda de música militar ejecutó varias piezas, enfrente de la imagen de la Virgen. “La concurrencia era inmensa en dicha calle”, resalta el escrito periodístico.
La fachada de la Sociedad Económica del País fue iluminada con cirios y vasos de colores. El pabellón de la República flotaba sobre dicho edificio y lo mismo en la Universidad y el Consulado de Comercio. “La procesión continuó hacia las Beatas de Belén, y a las nueve entró en San Francisco por la Calle Real, terminando la festividad con fuegos artificiales en la plazuela de la iglesia”.
La edición del 15 de diciembre de 1860 describe lo que sucedió el día anterior, el 7 de diciembre, tanto en la catedral como en la iglesia de San Francisco. “En la noche del 7 se cantaron en la catedral los maitines solemnes de la Concepción Inmaculada. El 8 se celebró la festividad en la catedral, en la Concepción y en San Francisco con la mayor solemnidad y gran concurrencia de fieles. Por la tarde salió el rezado de San Francisco y recorrió la estación acostumbrada, que se adornó como siempre con colgaduras, gallardetes; iluminándose en la noche con luces de colores”.
Durante la dictadura
La algarabía de los fieles durante los años de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920) no alteraron el rezado de la Concepción. La revista Semana Católica, del 17 de diciembre de 1898, publicó cómo fue la festividad ese año: “Eran las cuatro de la tarde del 8 de diciembre tan fecundo en festividades; los alegres repiques en San Francisco anunciaban que salía en triunfo a pasear nuestras calles la imagen de la Inmaculada Concepción, en medio de inmenso concurso. No volviendo hasta las ocho de la noche, cuando se exhibieron frente al templo fuegos artificiales. En el trayecto de la procesión hubo luces de Bengala, cohetes, cánticos y otras demostraciones de júbilo”.
Fray Daniel Sánchez, en su Álbum Histórico Ilustrado del Templo de San Francisco, editado en 1917, indica: “El rezado que salía de esta iglesia de San Francisco era entonces el más brillante y celebrado, y aun hoy día no cede a ningún otro en esplendor y religiosidad”.
Fue noticia
Uno de los relatos orales más frecuentes, en relación a esta tradición, es el que cuenta la vez que se incendió el anda de la Virgen, el 8 de diciembre de 1931.
Al respecto el diario El Imparcial del 9 de diciembre de 1931 publicó la siguiente crónica: “Conmoción en el rezado que es aprovechado por los pic-pockets (cámaras fotográficas). Durante el rezado de la Virgen de Concepción del templo de San Francisco que recorrió las principales calles de la capital se registró anoche un accidente provocado por una estrellita de luces que un chiquillo arrojó sobre el anda de Nuestra Señora.
El percance ocurrió anoche a las nueve y veinticinco en la esquina de la 14 calle poniente y quinta avenida habiéndose incendiado parte de las imágenes que conducían los fieles en el rezado de Concepción. Antes que nadie se diera cuenta de lo que ocurría comenzó a arder la túnica y la capa de la virgen y las alas de los ángeles que rodeaban a esa venerada imagen de San Francisco.
Una confusión indescriptible se produjo entre los millares de fieles que marchaban en la procesión, al ver que las imágenes ardían. Varias damas se desmayaron del susto, mientras otras personas trataban de alejarse lo más posible del incendio, temerosas de sufrir un accidente”.
Debido a este incidente, la imagen fue llevada a su templo. Se limpió, pero no se restauró sino hasta antes de la Coronación Pontificia de 1954. El daño mayor ocurrió en las vestimentas. Afortunadamente, la imagen no tuvo daños.
Durante este proceso el restaurador Huberto Solís “le abrió un poco los ojos a la Virgen pues era chinita, pero esto no tiene nada que ver con el incendio del anda en 1931”, explica Miguel Álvarez, cronista de la ciudad.
Galardón
Desde hace cuatro siglos el rezado de San Francisco continúa siendo una hermosa tradición. La cantidad de fieles que participa aumenta cada vez, al extremo que este año al anda de 44 brazos le agregaron 26, según William Estrada, coordinador general de la cofradía de la Inmaculada Concepción.
Este 8 de diciembre se tiene previsto que la procesión salga del templo a las 13 horas y retorne a eso de las 23 horas. Además, los vecinos que residen por el Conservatorio Nacional de Música (5a. calle y 3a. avenida) presentarán una nueva loa.
Su valor histórico es tan grande que el rezado de San Francisco fue declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Nación, el 5 de diciembre del 2012, mediante el acuerdo ministerial 1161-2012 del Ministerio de Cultura y Deportes. Fue asentado en el Registro de Bienes Culturales con el número 1-22-15 de fecha 23 de enero del 2013.