El PSG salió decidido a evitarse problemas y en sus dos primeras llegadas claras firmó dos goles en el cuarto de hora inicial.
El primero llegó en un centro de Van der Wiel cabeceado con sutileza por Rabiot; el otro, en una internada por banda izquierda de Matuidi, cuyo centro al punto de penalti acarició Di María para colocarlo junto al palo.
La presión adelantada del PSG dificultaba la salida del Malmoe y el toque y la movilidad de su medio del campo, con la ayuda de Di María e Ibra, no daban opción al equipo local a recuperar la pelota.
Pero el Malmoe, con el apoyo de su incansable hinchada, se fue rehaciendo y creó problemas al equipo francés con voluntad y algunas acciones de mérito, como una buena pared entre Rosenberg y Berget, que no fue capaz de superar a Trupp en el uno contra uno.
Cavani, cerca
El PSG no se olvidaba de contraatacar y rozó el gol en un tiro al palo de Cavani a pase de Ibra y en un tiro mordido de este tras rebotar en un defensa, que Wiland salvó cuando ya parecía gol.
Otro tanto tempranero del equipo francés cerró el partido en la segunda parte. Ibra recibió solo en el área pequeña y su remate con poco ángulo entró en la portería con la ayuda de un flojo Wiland, que casi le regaló el cuarto a Cavani poco después en un mal pase.
El Malmoe siguió peleando hasta el minuto 61, cuando Rosenberg mandó al palo un penalti -el segundo que yerra su equipo en esta liguilla- y al foso, las pocas esperanzas de remontada.
Ahí murió el equipo sueco y el partido, aunque Di María aún tuvo tiempo de hacer el cuarto de un cabezazo a bocajarro antes de ser sustituido y Lucas, el quinto en un golazo de falta para cerrar una goleada exagerada que el Malmoe no mereció.
La dureza del marcador no impidió que el público local reconociera el esfuerzo de su equipo al final del partido, al igual que cinco minutos antes despidió en pie a Zlatan Ibrahimovic, el hijo más ilustre de la ciudad.