ALEP
Opiniones de un payaso
Si los políticos leyeran más de todo y no solo de política (si es que algo leen), a lo mejor las cosas serían distintas. Quién sabe. Por ejemplo, hay un libro de Heinrich Böll que se llama Opiniones de un payaso, y trata de un personaje que es payaso de profesión. Este personaje ha creído siempre que lo más importante es representar bien su papel de payaso y vivir para su trabajo y su mujer, pero un viraje del destino le hace darse cuenta de que nadie está totalmente exento de sus circunstancias, de la realidad política que define un estado de cosas, de las reglas sociales en que está inmerso, de las decisiones que otros toman por él.
Resulta, entonces, que este payaso se interesa por lo político y lo social, y se siente obligado a dar sus opiniones sobre la realidad social alemana de posguerra. Sus opiniones terminan haciendo una lúcida disección de los hechos sucedidos en la Alemania de inicios de los años 60 y dibujan cómo estos influyen en la historia vital del payaso, llamado Hans Schnier. La mirada crítica del payaso sobre una sociedad que, al mismo tiempo que se lamía las cicatrices producto de la guerra, se mostraba hipócritamente arrepentida del nazismo, es expresada de manera impecable. Pero, sobre todo, es reveladora su visión crítica sobre los políticos de la época, quienes conservaban una importante parcela del poder político a costa de olvidar sus principios. Y quizás más importante aún es su crítica sobre la manipulación de las doctrinas cristianas, en favor de unos intereses políticos que nada tenían que ver con la religión.
Distancias muy aparte, parece que ese payaso estuviera hablando de la realidad guatemalteca de hoy, plagada de corrupción, transfuguismos, impunidad y moral múltiple, ajustable a las circunstancias. ¿Qué habría opinado aquel payaso al ver cómo pasamos de la Línea 1 (defraudación aduanera y fiscal) a la red de corrupción en salud (Gustavo Alejos), sin siquiera pasar por la Línea 2 (los empresarios) o haber encontrado a Mendizábal, entre otros? ¿Qué habría expresado al saber que pasamos pocos meses tratando de sacar a un militar corrupto de la Presidencia para pasar en pocas semanas a un nacionalista financiado y apoyado por empresarios de la Línea 2 y por militares fundadores de la Línea 1? ¿Qué habría dicho al escuchar que ambos candidatos proponían, en uno de los últimos debates previos a las elecciones, convertir al Estado laico guatemalteco en una especie de centro de doctrina religiosa para la niñez?
Sería interesante escuchar las opiniones de aquel payaso, justo cuando ha llegado a la Presidencia de Guatemala un personaje cuya principal fuente de ingresos fue su carrera de 20 años como comediante, y que aparece en los medios de todo el mundo como tal. Un comediante cuyas opiniones hasta ahora distan mucho de la lucidez expresada por Schnier, que tanto criticó los principios de orden por los que algunos se creen con derecho a dirigir la vida de otros según un orden maniqueo de “bueno” y “malo”, y que suelen ser muy elásticos según a quien se apliquen. En fin, en este juego tan guatemalteco de claroscuros, la mayor de las contradicciones sería que un cómico terminara provocando lástima, como tantos malos políticos.