Jorge* es un kaibil retirado que a sus 27 años ha cumplidos tareas de mercenario en Irak, luego de haber sido reclutado por una compañía de seguridad internacional que lo envió a ese país. ?La labor de este militar en Irak fue servir como “carne de cañón”, uno de tantos hombres de sacrificio que empresas privadas contratadas por Estados Unidos reclutaban en todo el mundo, en busca de que haya menos bajas estadounidenses.
En Guatemala, después de terminar el curso kaibil, el soldado de tropa finaliza su tiempo de servicio y se retira sin una garantía que le permita continuar su vida de manera digna. Ante ello, busca otras ofertas, a veces no legales.
“Nosotros resguardábamos camiones, embajadas, a funcionarios de gobierno y hacíamos patrullajes nocturnos”, narró este militar, quien admite que regresó con un ahorro de una buena cantidad de dólares, lo que le permitiría montar un negocio junto a su esposa.
Jorge relata que unos 12 kaibiles formaban parte de un grupo de hombres entrenados en el arte de matar.
En el país árabe existen al menos 236 empresas privadas que cumplen tareas de seguridad.
“Cuando recibimos entrenamiento en Honduras nos dijeron que en Irak nadie es amigo, y que todos los niños, mujeres y hombres eran enemigos, así que en cualquier incidente había que matar”, recuerda.
Además, en Irak, hondureños, salvadoreños, chilenos, argentinos y guatemaltecos cumplen misiones específicas, por lo que devengan un sueldo que va de dos mil a cinco mil dólares, de acuerdo con la tarea que se les encomiende.
De todo el mundo
Los mercenarios que conforman esa industria militar privada son unos 30 mil, y su labor capta hoy la atención mundial, al extremo de que el relator del Convenio Internacional contra el Tráfico, el Reclutamiento y la Financiación de Mercenarios de Naciones Unidas emprendió una investigación al respecto.
Un censo del Comando Central del Pentágono calculó que eran 100 mil los especialistas que operaban bajo los contratos del gobierno norteamericano, ya sean estadounidenses, iraquíes o de otros países. La cifra no incluye subcontratistas.
Empresas como Your Solutions, que hasta noviembre último tenía una subsidiaria en Honduras, han sido criticadas porque sus hombres armados han disparado en forma indiscriminada contra población civil.
Precisamente fue Your Solutions la que contrató a Jorge, quien aseguró que tuvo que pasar un reclutamiento clandestino.? La empresa estadounidense cerró las oficinas en Honduras, porque ejecutaba ejercicios militares de manera ilegal y reclutaba a cualquier extranjero que llegaba con visa de turista, referido por otros contratistas de América Latina.
Jorge narró: “Yo conocía a otros kaibiles que querían trabajo, así que nos fuimos a Honduras a buscarlo y encontramos esta oportunidad. La mayoría de nosotros regresó con dinero”.
El trabajo contrastaba con las operaciones que existen en el país, en donde, por medio de anuncios clasificados se convocaba a aspirantes a policías privados, “en especial kaibiles”, para que presenten su papelería si desean optar a una plaza. Sin embargo, el sueldo no pasa de Q1 mil 800, mientras que en Irak, Jorge ganaba US$2 mil 500 mensuales.
No existe una cifra específica de los guatemaltecos que estuvieron o se encuentran en aquel país árabe, aunque la académica Kristina Mani, de Oberlin College, investigó que entonces se hallaban al menos mil peruanos y 700 salvadoreños, además de colombianos, nicaragüenses, hondureños y guatemaltecos.
Daniel Domínguez, vocero del Ejército de Guatemala, dijo entonces que los kaibiles eran libres de elegir el trabajo legal que quisieran desempeñar luego de haber cumplido sus años de servicio.
“El Ejército mantiene el control de esta fuerza militar cuando está activa, pero luego, cada quien es un ciudadano”, sostuvo.
Pedro Trujillo, especialista en asuntos militares, afirmó que en estos casos es natural que los integrantes de las fuerzas especiales estén el tiempo establecido y luego se retiren.
Otros empleadores
Los kaibiles no solo son requeridos para trabajar como mercenarios internacionales o en empresas privadas de seguridad.
La corta vida militar que los kaibiles de tropa hacen en el Ejército de Guatemala, de dos años, hace que sean apetecidos por el crimen organizado, redes de narcotraficantes y de humanos y por grupos de sicarios.
Domínguez era kaibil y admitió que esa fuerza especial es reconocida en todo el mundo. “El kaibil es atractivo para el crimen organizado. Es una lástima perder ese recurso humano, y creo que el Estado puede presentar mejores opciones, pero tenemos un presupuesto limitado como para continuar con ese personal”, refirió.
Si el presupuesto es limitado, el sueldo del soldado, incluso del kaibil, también lo es. Cada miembro del Ejército gana Q1 mil, y el hecho de pertenecer a esta fuerza especial no le acredita ningún bono.
Entonces, un sueldo de US$5 mil que ofrecen los narcotraficantes por dirigir el traslado de droga en la montaña no es nada despreciable para estos soldados, que al retirarse del Ejército se enfrentan al abandono del Estado.
Un ejemplo de ello es el ex kaibil Ángel Rivas y/o José Alfredo Romero Salazar, alias el Alacrán. Éste había detenido en septiembre de aquel año, junto a un grupo de narcosicarios, en Chiapas, México.
La diputada Nineth Montenegro, especialista en asuntos militares, dijo en aquella fecha que el tema de los kaibiles debería ser retomado. “El Estado ha expulsado a elementos calificados porque no se buscó una reforma digna para que este personal se retirara. El principal gasto militar lo absorben los oficiales, y dejan de lado a la tropa”, expuso.
Pese a que la institución militar ha explicado en diversas ocasiones que los kaibiles vinculados al narcotráfico y al crimen organizado ya no pertenecían al Ejército, entre los investigados por la justicia mexicana está Carlos Martínez, un kaibil que estaba de alta. Las pesquisas de la Fiscalía demostraron que era jefe de la Tercera Sección de la Primera Compañía del Batallón de las Fuerzas Especiales en Poptún.
Este militar habría participado en el primer contingente de la misión de paz de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo, África, en 2005.