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Su protagonista, Ernesto (Armando Espitia), es un joven antropólogo de la Fundación Médico-Legal que trabaja en la identificación de desaparecidos y al que el testimonio de una mujer le dará pistas sobre el paradero de su propio padre.
“El que queda detrás tiene siempre la sensación de que el desaparecido algún día va a aparecer, y esa situación es terrible, porque siempre tienes esa esperanza”, apunta el director, que no quería hacer un filme autobiográfico, sino tomar sus sentimientos como punto de partida.
La ciencia, la identificación de los huesos, es la que posibilita empezar el duelo. Pero Guatemala, en su opinión, está dando la espalda a sus muertos y desaparecidos sin un verdadero proceso de justicia, búsqueda y resarcimiento.
Díaz considera que la amnistía firmada en 1996 fue un acuerdo tácito entre ambas partes que al no exigir la localización de los respectivos cuerpos dejó a los afectados en ese limbo que no permite pasar página.
“Pero no quería hacer una oda al si encuentras los huesos encuentras la paz, porque no es cierto, es un proceso mucho más profundo y complejo”, apunta el director, que se estrena en el largometraje tras su cortometraje documental “Semillas de cenizas” (2010) y el documental “Territorio liberado”.
Los dos actores protagonistas, Espitia y Emma Dib, son mexicanos porque no encontró intérpretes que encajaran con el rol en Guatemala, pero el filme muestra a familiares de verdad de esos muertos y desaparecidos, mujeres que transmiten el legado de lo sucedido.
“Son las que mantienen el país. El día en que esas mujeres se quiebren, el país se va a la mierda. Son las que mantienen la memoria, la sabiduría y los vínculos sociales más sanos”, recalca Díaz, que dedica a esas resistentes la película.
El cineasta admite que parte de la sociedad de su país “niega el hecho de que en Guatemala haya sucedido un genocidio”, por lo que mostrar sus consecuencias en la pantalla sirve para confrontarse a esa verdad.
“Interrogarnos a nosotros a través del cine es un proceso natural. Para mí ha sido liberador, pero no porque sea autobiográfico, sino porque preguntarnos sobre todos esos temas lo es”, añade.
Sus dos próximos proyectos giran en torno a la misma órbita de la justicia y la verdad. El primero, un documental sobre la morgue de Ciudad de Guatemala, y el segundo, una adaptación de la novela “Los jueces”, con la colaboración de su autor, Arnoldo Gálvez Suárez.
“Hay temas que me obsesionan, como la violencia, que es el fruto de una posguerra mal manejada, y la justicia”, concluye Díaz, “muy emocionado” por estar en Cannes con una película que, como el cine, es “un acto político, no solo un gesto artístico”.
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