REFLEXIONES
Dolor y esperanza
Estos últimos días de lluvias extremas y de gran humedad que reflejan la desatención al fenómeno del calentamiento global, la carencia de políticas públicas sobre deforestación y el abandono del medioambiente, así como el daño generado por el crecimiento de la siembra de palma africana con la contaminación de los ríos, o de la minería de metales que destruye bosques, erosiona la tierra y deja las fuentes de agua contaminadas; volvemos a vivir la tragedia de graves desastres supuestamente naturales como lo sucedido en el Cambray II, en donde se cree que haya hasta 600 muertos de una colonia suburbana que se encuentra en el km 15 desde el centro de la Ciudad de Guatemala.
Nos solidarizamos con el dolor y sufrimiento de las familias víctimas de esta tragedia, y recordar que hechos similares se suceden cada año por las mismas razones y trayendo las mismas traumáticas consecuencias. La reflexión no solo pasa por el abandono y depredación del ambiente a consecuencia de intereses económicos desmedidos y fanáticos que carecen de una lógica nacionalista y de una elemental solidaridad humana. Se trata del pillaje de la tierra y de los recursos naturales, sin preocuparse de las consecuencias, aislándose en su comodidad ante el sufrimiento de los demás.
Pero peor aún es la irresponsabilidad de los funcionarios públicos, y en este caso los alcaldes que han permitido el desarrollo de colonias o de asentamientos en zonas que saben son de alto riesgo, que no brindan las mínimas condiciones para desarrollo urbano, que se ubican en laderas y desniveles de terreno deforestados que con facilidad se impregnan de agua como esponjas en la época de lluvias, como septiembre y octubre, y pueden con facilidad caer hacia el precipicio. La actitud de las autoridades no solo radica en posiciones pasivas, sino además en corrupción, al emitir permisos de lotificaciones y construcción en estas zonas de peligro, y aún peor, como fue el caso de El Cambray, asfaltando un remedo de calle que bajaba sinuosamente en curvas al barranco. Tanto las municipalidades como los alcaldes deberían ser responsabilizados del hecho, por negligencia, y deberían ser condenados a garantizar alguna forma de reparación a las víctimas.
Como siempre, también se manifiesta espontáneamente la solidaridad y la respuesta de sectores del pueblo de Guatemala, que demuestran que hay miles de personas buenas en Guatemala que se preocupan por las demás. Son estas también las mismas personas que han denunciado la incapacidad y la corrupción de algunos líderes políticos.
Hoy, de nuevo estamos frente al momento de decidir por las nuevas autoridades del gobierno central, y aún sorprende que haya quienes quieran defender y promover al comediante que quiere ser presidente, que demuestra día a día no saber absolutamente nada sobre el Estado y que presume de sus vínculos militares. ¿Será posible que a pesar de haber sobrevivido y criticado al gobierno de Pérez Molina, algunos sectores estén dispuestos a votar por este aprendiz de estadista que propone ser la continuación de las propuestas de ese desgobierno o peor?