PARALELO 30
Cantos de sirena
El interés de las empresas no es educar, fomentar la cultura o aliviar las necesidades básicas de la población. Su objetivo último es generar utilidades. Generalmente, acciones de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) no son más que parafernalia distractora (conciertos, futbol, festivales navideños, etc.). El problema grave es que buscando crear esa lealtad del consumidor se eluden impuestos: Primero, al reportar dicha propaganda como gastos publicitarios y segundo porque las donaciones son deducibles según la ley (art. 38 ISR). Algunas empresas crean fundaciones propias para eludir impuestos y a la vez hacer publicidad. Nada malo si en el país no existieran necesidades básicas insatisfechas en la mayoría. Se acostumbra justificar a cualquier empresa porque crea trabajo, pero vale comprender que crear trabajo no es tampoco el objetivo de una empresa; al contrario, muchas de ellas tienen que hacerlo y al no tener opciones pagan salarios incluso debajo del mínimo vital. La mayoría de las grandes empresas gastan más en publicidad que en su propia producción. Se preocupan por la reputación de su marca y no en la población, por lo que mientras más invierten en cantos de sirena para “limpiar su nombre” más debiéramos desconfiar. El caso de Olmeca-Cremy-El Molino es paradigmático, desde su planta original en Fraijanes. El olor que emanaba era tan fuerte que los terrenos aledaños perdían valor. Esto se llama en economía “externalidades negativas”: Al producir aceite y margarina se crean costos a terceras personas que incluso sin consumir ese producto se ven negativamente afectadas. El costo es la pérdida de plusvalía de sus terrenos, la incomodidad de vivir en un área que apesta y los problemas de salud asociados. Si la empresa invierte en filtros o prácticas limpias, le resultaría más caro producir. Como nada le impide hacerlo, externaliza a terceros el costo que debiera asumir. No es exclusivo de Olmeca, pero esta vez la empresa sigue abusando de esta práctica, primero al registrar a Repsa como una empresa “reforestadora” y en el régimen de maquila, y segundo por la destrucción de ecosistemas en Sayaxché. Un grave daño ambiental es sustituir bosques originarios por especies no endémicas (palma africana). ¿Es difícil entender que al botar un árbol se destruye un ecosistema? Cada árbol contiene un microecosistema que a su vez es parte de un ecosistema mayor. Entonces, cuando decimos que “Guatemala cambió”, que sea un cambio de fondo. La corrupción no es solo del Gobierno, está también en prácticas empresariales de quienes abusan de su entorno, de quienes retuercen o evaden la ley, de quienes eluden impuestos escudándose en la RSE o en que “crean trabajos”; destruyen ecosistemas, contaminan, desplazan comunidades, amedrentan a poblaciones e incluso, casos como el de Repsa, son sospechosas de ecocidio, asesinato y secuestro. Precisamente por la impunidad y arrogancia de ultramillonarios es que las desigualdades y la concentración de poder deben abordarse con urgencia. Ninguna empresa que contamine, amedrente a sus empleados, genere terrorismo, desplace comunidades o que esté envuelta en hechos delictivos merece existir en Guatemala.