CON NOMBRE PROPIO

Elegir no indultar

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En Estados como el nuestro existe el riesgo de que los procesos de manera formal se llevan a cabo, tal como están prescritos por la ley, pero grupos de poder manejan sus consecuencias. Muchos procedimientos democráticos y republicanos llevan el barniz del baño legal, pero por dentro no son más que instrumentos de burla para no democratizarnos y menos aún para que los entes de autoridad se frenen entre ellos.

Creer en una democracia y construir instituciones fuertes es la única receta para garantizar una República y un estado de Derecho, debemos conocer los peligros para enfrentar los procedimientos que, en principio, tienen un objetivo legítimo, pero en esencia llevan consigo cargas para no generar los resultados esperados.

Los Estados autoritarios utilizan varias herramientas para garantizar la represión, pero dos son sus aliadas principales: la ley y la sentencia. Por eso debemos estudiar Derecho y no leyes. Una ley si es arbitraria puede ser formalmente válida, pero si la norma viola un derecho humano esa norma deberá ser inaplicada y llegar a esta conclusión representó siglos de desarrollo intelectivo.

El debate en Guatemala es tan cortoplacista y limitado que cuesta argumentar en torno, por ejemplo, de los vicios que tuvo nuestro proceso electoral al permitir el ingreso en catarata de dinero sucio y corrupto para las campañas, porque resulta que si eso se advierte el portavoz se vuelve en enemigo de la democracia y de la ley, y así, poco importa si un alcalde o diputado fue financiado por el lado oscuro, porque el barniz debe ocultar la polilla y hacernos los locos es lo obligado. Con respecto a la elección presidencial, la misma se juzga porque el resultado permitió desbancar al candidato indeseado, pero si ese personaje hubiera ganado, hoy los argumentos de esos mismos críticos serían en torno al fraude que representó el gasto desmedido y el desprecio hacia las órdenes del TSE. Una elección no puede juzgarse porque el resultado nos guste o no, debe validarse solo si la misma es transparente y competitiva.

La elección no es una indulgencia, por el contrario, el proceso, como cualquier otro, puede arrojar vicios y delitos. Si mucha gente salió a votar es porque cree en dos derechos, su libertad y su sufragio. El sistema no genera los cambios esperados porque conocidos delincuentes y usurpadores llegan con relativa facilidad a puestos electivos. El descontento en varios municipios es bomba de tiempo, el narco se escuda tras el poder local en primera instancia y la corrupción municipal y nacional alarma a cualquiera.

Entrarle a los problemas de fondo es obligado, este es el momento de investigar las acciones que “caciques” y “caudillos” llevan a cabo con terror en las comunidades para quedarse en el poder. Una democracia se construye si los procedimientos formales se convierten en procesos reales de relevo; en caso contrario estaremos condenados a procesos de fachada y eso genera frustración y violencia. De eso ya tuvimos bastante, así que es momento de aprender del pasado y optar por un nuevo futuro, y esta juventud lleva un ímpetu de cambio que debe apoyarse por todos.

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.