LA BUENA NOTICIA

Caridad y desarrollo

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Jesús propone a sus seguidores el amor y la solidaridad con el prójimo como el mandamiento principal, equiparable en importancia al amor a Dios. El precepto del amor al prójimo hilvana todo el Nuevo Testamento como mensaje transversal. El amor al prójimo es la prueba de la autenticidad de la fe. “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras?”, se pregunta el apóstol Santiago en su carta. Las obras que sirven de demostración de que uno tiene fe no son las obras de culto, de piedad y de religión. Las obras de las que habla Santiago son las de la solidaridad, la caridad y el amor al prójimo.

Casi siempre concebimos esas obras de amor al prójimo como aquellos actos puntuales de solidaridad con una persona concreta en una necesidad específica. Ese pensamiento es verdadero y esos actos son válidos y necesarios. Pero también es necesario concebir el amor al prójimo de modo más amplio, como el conjunto de acciones políticas que hacen posible que los pobres superen su pobreza.

Acabamos de elegir a las autoridades del país para el nuevo período de gobierno, que comienza en enero de 2016. Han sido unas elecciones ejemplares, por la magnitud de la participación ciudadana y por el grado de discernimiento político de un porcentaje alto de los electores. Ambos rasgos son la consecuencia de la indignación ciudadana ante la corrupción y desfachatez de muchos funcionarios públicos electos. La reacción ciudadana es manifestación también de la conciencia de que la política debe y puede ser servicio honesto y eficaz para lograr el bien común. Como ha escrito el papa Francisco: “La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. El Papa escribe “es”. Lamentablemente sabemos que no siempre “es”, sino que “debe ser”.

Uno de los retos de los pasados y futuros gobiernos de Guatemala es la disminución de la pobreza. La caridad cristiana encuentra expresión política de solidaridad en la creación de las condiciones que permitan a los pobres superar su pobreza. Los índices de pobreza de una sociedad no se superan con dádivas ni con programas de desarrollo dirigidos a tal o cual sector. Estas prácticas acaban generando dependencia, fomentan el clientelismo y son nidos de corrupción. La eliminación de los incentivos a la corrupción pública y privada, la supresión de privilegios que favorecen a un sector de la economía, el fomento de la igualdad ante la ley, de la certeza de la justicia, de la oportunidad de educación de calidad, de medios de comunicación eficaces, la creación del clima legal y social favorable al emprendimiento personal con la certeza de conservar el dominio sobre los frutos del emprendimiento y del trabajo son acciones encaminadas a fomentar el bien común. Son prácticas eficaces para que gradualmente más y más personas pasen a disfrutar de condiciones de vida más dignas y humanas. Es lo que ocurre en los países que han logrado sacar a su población de la pobreza. Ojalá que las autoridades electas de Guatemala paren mientes y se pongan a la obra.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.