Publicado por el Instituto Naval Estadounidense, el volumen incluye ensayos de tres exdirectores de la CIA y otros funcionarios retirados. Sostienen que el informe del Senado, escrito por personal demócrata y al que se opusieron los republicanos, distorsiona la realidad.
El personal de la senadora Dianne Feinstein, la demócrata de mayor rango en el comité de inteligencia, afirma que el libro contiene muchas inexactitudes.
El resultado es una serie de acusaciones y contracusaciones que han caracterizado el debate sobre la tortura.
Pero la disputa tiene implicaciones actuales. El Congreso considera un Proyecto de ley que prohibiría los interrogatorios coercitivos.
El presidente Barack Obama impuso la prohibición mediante una orden ejecutiva, que podría ser levantada por su sucesor.
La medida ha sido adjuntada a un proyecto sobre defensa y cuenta con el apoyo de los demócratas y del senador John McCain, el presidente republicano del Comité de Servicios Armados y ex prisionero de guerra en Vietnam.
Por lo menos un aspirante a la candidatura presidencial republicana, el exgobernador de Texas Rick Perry, ha prometido restablecer las técnicas de interrogatorio de la CIA, mientras otro, el exgobernador de la Florida Jeb Bush, se ha negado a descartarlo.
Las encuestas indican que una mayoría de estadounidenses cree que la CIA incurrió en torturas, pero a la vez lo justifican.
Porter Goss, que heredó el programa de interrogatorios como director de la CIA durante la presidencia de George W. Bush, escribió en el libro que el informe del Senado era “polarizador y distorsionado” .
Michael Morell, exdirector de la CIA, dedicó su ensayo a fustigar a las principales organizaciones noticiosas por no haber cubierto a cabalidad —a su juicio— las críticas al informe del Senado por parte de la CIA y los republicanos.
Feinstein dijo en una declaración que “esas técnicas de interrogatorio fueron brutales y no produjeron informaciones que no se hubieran obtenido ya por modos más tradicionales y aceptables” .