ECLIPSE

El presente es nuestro

Ileana Alamilla

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En el momento en que escribo esta columna todavía estamos en la antesala de las elecciones, es difícil predecir el resultado, aun cuando se cuente con encuestas; nuestra realidad es surrealista, ya lo escribió García Márquez, cuando dijo: “Los guatemaltecos no creen en nadie, creen en todo”, “son algo así como el pueblo escogido por ellos mismos”, “reunirlos es fácil, pero unirlos es casi imposible”.

Pero sin importar el resultado que se haya obtenido, ahora tenemos que aceptarlo, esa es nuestra realidad, esa es la decisión de las mayorías. Para los inconformes, recuerden que otra realidad de la democracia es que el pueblo tiene derecho a equivocarse. Estamos en otros tiempos, en el presente, este en el cual la ciudadanía está puesta como ejemplo de cordura y civismo al mundo. Hoy somos admirados y reconocidos.

Bastaron 19 semanas de movilización y unos meses de presión para derrumbar a un gobierno, encarcelar a la Vicepresidenta, hacer renunciar al Presidente, llevarlo hasta la justicia y tener a un nuevo Mandatario ya en funciones, a quien el ejército ya le hizo también la transmisión del mando. Estamos prestos para no permitir que continúe el estilo de gobernar que nos ha dejado en quiebra económica y en proceso de recuperación moral.

Nos enrumbamos hacia la transición que es, según los expertos, lo que correspondería priorizar al Presidente Alejandro Maldonado con su nuevo equipo, que, según adelantó, estará integrado por muchos jóvenes, activistas sociales y artífices del cambio por el que todos propugnan; les asignará tareas de Estado bajo su conducción y tendremos oportunidad de vivir nuevas y desconocidas experiencias, conjugando adecuadamente juventud y madurez.

El tiempo en el que completarán el período no es suficiente para iniciar nada nuevo. La gran posibilidad es garantizar que el Estado no se paralice, que no siga con esta inercia, que se impulsen los buenos procesos iniciados, que las políticas públicas estratégicas no se abandonen y que el Katún tenga algún futuro, pero especialmente, tender ese puente fracturado de confianza entre ciudadanía, Estado y autoridades. Es decir, recomponer el tejido desgarrado.

Hemos llamado la atención del mundo, somos hasta la envidia de la buena de algunos de nuestros vecinos, Honduras y México, según han expresado algunos activistas, personalidades y periodistas, países que tienen realidades similares a la nuestra pero sin Cicig, mientras que en otros de América Latina hay por lo menos 10 mandatarios que se han visto involucrados en actos de corrupción en las últimas décadas. En El Salvador, el expresidente Francisco Flores está señalado en un caso similar al de Alfonso Portillo, por dinero con el que Taiwán compró voluntades. En el mundo también andan muchos corruptos, unos perseguidos y otros en impunidad.

Probablemente en lo que queda para la segunda vuelta, tendremos otros momentos inéditos, que requerirán madurez y sabiduría para sortearlos, y el 14 a las 14 llegaremos al clímax del reto: cómo lidiar con lo que se nos viene, con serenidad, sin enfrentamientos, con las estrategias adecuadas para paliar los riesgos y peligros y bajo el imperio de la ley.

Gobiernos y organismos internacionales enviaron sus felicitaciones y reconocimiento, todos llamando a continuar el fortalecimiento de las instituciones, el estado de derecho y la democracia. Aplauden lo ocurrido y nos ponen como ejemplo.

Hoy estamos en el ojo público internacional y de nosotros depende la construcción de un futuro promisorio.

iliaalamilla@gmail.com

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