LA BUENA NOTICIA
¡Effetá, Guatemala!
Llega por fin para el pueblo de Guatemala el momento decisivo, cuando terminado el bullicio electoral, ahora ante la papeleta de votación habrá que marcar, supuestamente luego de un buen discernimiento, lo que más convenga al auténtico bien común y no a los beneficios y menos a los “bienes de alguno”. Claro que en este día, quizás con el eco musical aún de alguna propaganda pegajosa, cabe preguntarse si no era verdad la sentencia del ensayista inglés A. Huxley (1894-1963): “Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”. Pero en fin, la jornada ha llegado, y respecto de lo dicho y prometido en discursos, vuelve a cumplirse “casi mecánicamente” lo afirmado por el barón de Montesquiaeu (1689-1775): “Lamentablemente el pueblo vive de las palabras”.
El momento es particularmente delicado: escoger entre las palabras o el testimonio de vida, por cierto poco evidente este último. El clima tan particular de estas elecciones bien se define en la sentencia de M. Benedetti (1929-2009): “Cuando se ofrecían todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”. Las diversas orientaciones de grupos cívicos, de la Iglesia Católica y de otros credos, han insistido en “buscar lo mejor y al mejor”… pero ¿cómo se traduce ello en el siglo del materialismo, del inmediatismo, de la idolatría que pervierte las conciencias? Es así que un voto debe coincidir con los intereses de la “vida humana” pero en su sentido integral: ¿qué y quién conviene a un cambio profundo para no repetir los delitos penosos de los últimos tiempos?
En su progresiva presentación de Jesucristo, el Evangelio según San Marcos muestra hoy con detalle una escena de “liberación” del hombre más allá de los males físicos en sí mismos. Sordo como para cumplir el primer mandato de Dios (“Shemá” = Escucha, Israel) y tartamudo o impedido para pronunciar la oración en la asamblea. La doble acción de Cristo: tocarle la lengua con saliva (según, sin duda, en relación a alguna práctica curativa antigua), pero sobre todo la orden fuerte “Effetá = ¡ábrete!, reubican a aquel hombre en medio de la comunidad que escucha y proclama su Fe: es más, es símbolo de una apertura más amplia: “Pero todos sabemos que la cerrazón del hombre, su aislamiento, no depende solo de sus órganos sensoriales. Existe una cerrazón interior, que concierne al núcleo profundo de la persona, al que la Biblia llama el “corazón”. Esto es lo que Jesús vino a “abrir, a liberar, para hacernos capaces de vivir en plenitud la relación con Dios y con los demás” (Benedicto XVI). “Y así, para revelarse como Dios de la vida, Cristo escoge el sufrimiento, la vida disminuida de aquel hombre”. (C. Ravasi).
Su actitud es ejemplar: quien quiera servir al país deberá comenzar por acercarse a toda existencia disminuida, apagada, “marginal”, como diría el Papa Francisco. Que la elección en conciencia de nuevas autoridades no salga de un corazón “cerrado” a los propios intereses o temores: sería un mal comienzo para una nueva época de honestidad que se revela tan necesaria: que el voto salga de corazones “abiertos” (¡Effetá!) a la vida y dignidad de las personas, como sin duda desea el mismo Dios en su amor hacia Guatemala.