DE MIS NOTAS
Contaminados por las mentiras
De todas las manifestaciones pro genocidio, de gran tracción mediática y política en ESE tema, la que más ha empujado el motor de los interesados en la condena es el hambre por los resarcimientos y las prebendas prestigiosas que tal condena concita.
Los mil millones de quetzales que hasta ahora se han venido pagando en resarcimientos a los supuestos damnificados de la guerra siguen generando, ¡por supuesto!, una insaciable hambre de más. Un incentivo perverso de gran expectativa en todos los lados del tournée pro genocidio. Ahí vemos a las otras 1,750 supuestas víctimas haciendo cola en los tribunales para canjear eventualmente su boleta en cuanto salga la tan esperada pena por genocidio. ¿Cómo no van a declarar lo que diga Frank LaRue de CALDH? Por cierto, ¿qué le espera a Frank LaRue si se convierte en el adalid de derechos humanos que logró la sentencia del último genocida de Latinoamérica? ¿Pasar a la historia? ¿Ser el hombre del año en los podios internacionales de derechos humanos? ¿Recibir premios —como la jueza Yassmin Barrios— y posiciones de prestigio en universidades —como la exfiscal Paz y Paz? La lista de incentivos perversos se vuelve tan larga como la que recibió y sigue recibiendo nuestra noble Menchú, a razón de US$7 mil la conferencia.
Pocos saben los efectos tan negativos y perjudiciales que los pagos por resarcimientos han causado en la narrativa de la memoria histórica de este país para distorsionar los hechos acaecidos durante la guerra. No solo hubo cambio de testimonios con ene cantidad de scripts preparados para encajar en las normativas del resarcimiento, sino que se perdieron valiosos testimonios que hubiesen traído a luz la verdad.
Lamentablemente, los Acuerdos de Paz empujaron a granel a las supuestas víctimas de un lado, dejando a las otras en el limbo de la amnesia histórica. Pocos se acuerdan de los innumerables “impuestos de guerra” que los empresarios y finqueros tuvieron que pagar durante la guerra. Ni de los asesinatos y secuestros de periodistas como Chilolo Zarco y Álvaro Contreras Vélez, fundadores de Prensa Libre. Este periódico llamado Prensa Libre lleva cicatrices de víctima indelebles y latentes al día de hoy por lo ocurrido durante esa nefasta noche negra comunista que había tomado a nuestro país como emblema para colocar otro bastión a la Cuba, dos países abajo del Río Grande.
Los remanentes de esos movimientos guerrilleros ahora convenientemente vestidos de defensores oenegeros pro derechos humanos se han apropiado de la dignidad de las víctimas, haciendo creer al gran público que solo hay un lado malo de la guerra. Publicaron libros, escribieron novelas, filmaron documentales, llevaron a cabo una extraordinaria difusión desde conferencias y conversatorios hasta cabildeos políticos —como lo hicieron con el congresista Torricelli—, manejan internet y una extensa red de tambores de resonancia a nivel nacional e internacional. Uno de ellos estornuda aquí y en el otro lado del globo gritan !salud!…
No existe la buena guerra. Siempre hay víctimas, muertes, destrucción, pérdidas y sufrimientos. ¿Menciona alguien a alguno de los cientos de oficiales y soldados del Ejército que perdieron la vida o andan en silla de ruedas? Esa es la gran responsabilidad de los que iniciaron la guerra. Cicerón, un siglo antes de Cristo, les hubiera dicho: “Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras”. O esta otra sentencia del escritor y dramaturgo francés Jean Anouilh: “Todas las guerras son santas, os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte”.
Nuestra guerrilla nos ganó la guerra. Lograron amnistía para ellos, condena para los militares. Resarcimiento, premios y podio para ellos. Deshonra, humillación y condena para Guatemala.
¡Rechazamos semejante condena!
alfredkalt@gmail.com