Identificados por algunos de los 360 sobrevivientes que llegaron el jueves recién pasado a Sicilia, los traficantes han sido detenidos.
La banda pedía entre 1 mil 200 y 1 mil 800 dólares por persona por el viaje y sólo por un chaleco salvavidas se hacía pagar un suplemento de 35 a 70 dinares libios, unos 23 a 46 euros.
Violencia y torturas, según el origen
Las autoridades italianas describieron, según las narraciones de las víctimas, la violencia que reservaban a los inmigrantes, según la región de origen.
A aquellos de color, africanos, los agredían y con un cuchillo les dejaban una marca en la cabeza cuando se negaban a obedecer las órdenes.
Además los mantenían encerrados en la bodega del barco por haber pagado menos, según contó la policía siciliana.
Los inmigrantes que provenían de países árabes recibían otro tipo de maltratados ya que eran golpeados con cinturones, recibían patadas y puños en el rostro y ante las propias esposas.
Las humillaciones y vejaciones, que empezaron poco después de zarpar, formaban parte del trato corriente para controlar los movimientos de los pasajeros y evitar que algunos salieran al puente a tomar aire tras horas encerrados y agobiados por el olor del carburante.
El duelo
En el centro de asistencia siciliano de la organización humanitaria católica Caritas, en el corazón de Palermo, se encuentran alojados los familiares de las 26 personas que perdieron la vida durante el naufragio.
Médicos, psicólogos, mediadores culturales intentan aliviar el dolor de esas familias, entre ellas el de una mujer siria que viajaba con sus hijos para reunirse en Suecia con el marido.
“Partió con el sueño de un futuro lleno de esperanza y en cambio vive un drama terrible. Vio cómo se ahogaban sus hijos, quedó devastada. Desde entonces no habla una sola palabra”, contó a la AFP la psicóloga Anna Cullotta.
“Ha sido uno de los naufragios más trágicos y conmovedores, porque entre las víctimas figuran muchos niños”, explicó.
“Es un peso emocional excesivo”, comenta la experta.
“Tienen que hablar, desahogarse”, sostiene a la AFP por su parte Chiara Montaldo, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en Sicilia.
Arrancar una sonrisa a los niños que sobrevivieron es una tarea indispensable para el equipo que asiste a los inmigrantes.
Algunos de ellos asistieron a la muerte de un hermano, un padre, un conocido.
“Todo pasa a través del juego. Juegan para protegerse”, explica la psicóloga.
“Todos necesitan borrar y entender lo que pasó”, sostienen los expertos que no fijan un plazo para ello.
“Son madres extraordinarias, valientes y admirables. Están apegadas a la vida y al futuro. Se aferran a la idea de que el futuro será mejor: una enseñanza y un mensaje para todos nosotros”, reconoce Culotta.
Emblema de ello es la mujer que perdió tres hijos en el naufragio del miércoles: los médicos le acaban de informar que está embarazada. La vida sigue.