Como veterinaria de un hospicio, Jessica Vogelsang sabe cuánto pueden significar las mascotas. Dirige la organización Paws Into Grace en el sur de California, un grupo de veterinarios que suministran cuidados en las postrimerías de la vida y eutanasia para los perros en sus hogares.
La veterinaria de San Diego finalizó su primer libro “All Dogs Go to Kevin: Everything Three Dogs Taught Me (That I Didn’t Learn in Veterinary School)” poco antes de enterarse de que su madre, Patricia Marzec, tenía un tumor cerebral inoperable.
El título de las memorias publicadas el mes pasado se refiere a lo que su hijito infante oyó cuando le dijeron que todos los perros iban al paraíso.
Sus padres se mudaron con ella para que la enferma pudiese disfrutar de sus últimos meses de vida con su familia y con el golden retriever, Brody. El animalito siempre saltaba cuando llegaban los padres de la mujer pero esta vez se contuvo. “El sabía que mami estaba enferma. Estuvo con ella constantemente”, dijo Vogelsang.
Brody yacía a los pies de Marzec o apoyaba la cabeza en su falda cuando la enferma estaba triste. Se puso a su lado cuando llegaron los trabajadores del hospicio.
Se sabe que los perros consuelan a los enfermos al olfatear algunas variedades de cáncer, como el aliento de un paciente de cáncer pulmonar, dijo la doctora Bonnie Beaver, profesora en la escuela de veterinaria de la Universidad A&M de Texas y directora ejecutiva del Colegio Estadounidense de Veterinarios Conductistas.
Pero sobre todo se trata del lenguaje corporal. “Ellos son excelentes para detectar” movimientos frágiles, afirmó.
Algunos hospicios para ancianos tienen perros para consolar a los pacientes. “Muchos de los perros residentes conocen a los pacientes y saben que algo es diferente cuando cambia su olor o se mueven menos”, afirmó Beaver.
Los perros también pueden ayudar a quienes enfrentan otros desafíos.
Después que llegó la madre enferma de la veterinaria, la familia pasó dos meses viendo películas, comiendo galletitas y disfrutando del jardín. Pat Marzec incluso leyó y elogió el libro de su hija. Falleció el 3 de junio, un mes antes de su publicación.
“Esos dos meses que pasamos juntos fueron increíbles”, dijo Vogelsang. “La muerte es solo un instante. La vida es todo lo que conduce a ella”.