CON OTRA MIRADA
Ana Felisa Alcayaga
Al asumir el cargo de Conservador de la Ciudad supe que enfrentaría problemas de toda índole. Como primera medida solicité a la Contraloría General de Cuentas de la Nación practicar una revisión de las cuentas del Consejo Protector de La Antigua Guatemala. Luego me dediqué a restructurar su funcionamiento administrativo, al tiempo de profesionalizarlo. Los recursos financieros para inversión eran escasos; los magros salarios fueron compensados con mística sobre la importancia de trabajar por esta excepcional Ciudad. El personal técnico calificado hacía su labor, en tanto el administrativo había asumido el control de sus finanzas.
El auditor abordó con diligencia su tarea. Cada día me presentaba irregularidades que iban desde la alteración banal de los valores en el servicio de correos y telégrafos a preguntas como ¿cuántas cuentas de cheques manejan?… hasta asuntos más complejos como “¿sabía usted de los US$60 mil donados por la OEA?… vaya buscándose otro contador, porque este se va al bote”.
Vecinos amigos recomendaron a la persona idónea. Llegó a mi oficina aquella mujer madura, austera y serena, presentándose como Ana Felisa Alcayaga viuda de Cuyún, a quien puse al tanto. Ante su positiva actitud llamé al auditor para que le expusiera en términos profesionales el estado de cosas y, luego de un intercambio de preguntas y respuestas, aceptó hacerse cargo. Quedó pendiente la hora del día o de la noche para hacer la transición. A eso de las 22.30 horas fui llamado por el auditor, solicitando la presencia de la candidata al puesto.
Lo que pasó de entonces hasta cerca de la 1.45 horas fue dramático, pues el auditor, con actas y denuncia en mano, señalaba al contador por defraudación y robo de fondos públicos, en cuenta los US$60 mil de la OEA. Con el auxilio de la Policía Nacional hizo efectiva la orden de captura tramitada oportunamente, y el contador salió engrilletado del Despacho. Acto seguido levanté el acta administrativa, dando posesión del cargo de Jefe del Departamento de Contabilidad del Consejo Protector a doña Ana, quien empezaría sus labores ese mismo día, a las 7 horas.
Pocas horas más tarde, de regreso a Capuchinas, esperaba encontrarla acomodándose en su nueva oficina, pero no fue así. Pasaron un par de horas cuando llegó un mensaje, en una hoja de papel arrancada de un cuaderno. Con delicada caligrafía me indicaba lamentarlo, pero que no aceptaba el cargo ofrecido. Fui a buscarla a su casa para expresarle mi desencanto. Sustentó su negativa en que no querría verse, más adelante, en la misma situación del contador anterior.
Pues si ese es su temor, repliqué, despreocúpese, pues ese sinvergüenza fue encarcelado por ladrón. Usted trabajará como lo ha hecho siempre, con honestidad, por lo que eso no sucederá. De mi parte tendrá libertad para desempeñarse de acuerdo a la ley y sus principios éticos y morales, que según veo, son iguales a los míos.
Entre personas honorables es fácil llegar a acuerdos.
Con ocasión de su fallecimiento, el pasado 5 de julio de 2015, sus viejos compañeros de trabajo rendimos homenaje a aquella espléndida mujer.
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