DE MIS NOTAS
Genocirco 2.0
Sorprende ese enfoque desbordado, esa vehemencia articulada, ese fanatismo tenaz, inclaudicable, incansable, de los miembros del movimiento #sihubogenocidio. De verdad se creen el cuento con todo su ser. Es que en la conjunción de sus enmarañadas conceptualizaciones no cabe posibilidad alguna de aceptar la realidad de los hechos históricos sino a través del prisma copy/paste de sus versiones jurídicas e ideológicas. Esos canchitos y canchitas bien intencionados, disciplinadamente haciendo fila desde temprano, ayer, en la Torre de Tribunales, vistiendo sus gabachas verdes con el logotipo de su oenegé, las mismas que hemos visto en varias manifestaciones del CUC y Conic, tienen un idealismo sorprendente. Indudablemente son voluntarios nórdicos que se sienten parte de una comunidad internacional que defiende los derechos humanos y el acompañamiento se hace aceptando una narrativa lineal sin ninguna capacidad de juicio crítico. Respeto eso.
Sin embargo, no respeto a sus manejadores. Ellos estaban de traje oscuro y corbata. Elegantes y compuestos. Son los que mueven los hilos y manejan el bolsón dinerario. Son los que pagan los viáticos de sus compañeros “inditos” (para ellos), asegurándose de que vengan vestidos de etnia victimaria genocida. Son los que trajeron —de la tournée internacional antigenocida— a los “expertos” ideológicamente alineados. Los encargados de coordinar el hospedaje y la puesta en escena de las prácticas de las declaraciones de los testigos indígenas allá en el internado aquel de la zona 11.
¿Cuál firma de paz? La guerra continúa por otros medios, señores y señoras. Los demonios de toda esa confrontación surgen del averno, no para traer los vientos de la pacificación y la concordia, descritos en los articulados de los Acuerdos de Paz, sino para confundir con narrativas y redacciones rebuscadas nuevas terminologías. A la paz se le agregan ahora vocablos combativos como “sí hubo genocidio”, “reivindicación de los pueblos indígenas”, etc.
Ninguno de los acarreados, canchitos o indígenas, se preguntan qué es genocidio. No les interesa analizar la conceptualización que diera la propia Corte de la Haya en el conflicto de Bosnia hace unos meses, tan marcadamente sanguinario como ningún otro de la historia mundial. No les interesa. El enfoque es ideológico. Lograr una condena válida por genocidio, dado que se cayó la anterior, es vital para mantener el tema en el tapete internacional. Las prebendas honoríficas, al estilo de las que goza en estos momentos Paz y Paz (por cierto, ¿dónde estaba esa señora con el caso de La Línea?) y su émulo Yasmín Barrios, condecorada por la señora de Obama en calidad de heroína, a pesar de flagrante desobediencia por continuar con un juicio que ya estaba suspendido por una corte superior, es una prebenda que también sabe le espera a la actual jueza del Tribunal B si cumple con el script ya de antemano escrito.
Pero la capacidad de hacer lluvia de estos rainmakers para reactivar este juicio a pesar de que el principal acusado, un anciano de 90 años, de quien el Instituto Nacional de Ciencias Forenses —cuyo eslogan es “por la ciencia a la verdad”—, después de minucioso examen médico y siquiátrico, declaró que “no es competente para atender audiencias judiciales, y recomienda no someter a estrés, pues padece una dolencia demencial, crónica, progresiva e incurable”. La última aberración ayer: “El MP pidió que Ríos Montt fuese recluido en el hospital para enfermos mentales Federico Mora”.
¿Cuál verdad? ¿Cuál respeto por los derechos humanos?
Doble moral a todo color.
alfredkalt@gmail.com