El Ministerio de Economía actuaba con fijar precios para evitar el sobrecosto.
En noviembre de 1953 las carnicerías amenazaban con cerrar si se aplicaban las sanciones a los comercios que aumentaran los precios de la carne. En ese entonces los precios al público eran: Carne para cocer de primera y segunda, veinticinco centavos la libra; y carne de asar y de guisar, a treinta y cinco centavos la libra. Con una diferencia de más del cincuenta por ciento de aumento al precio oficial.
Entrada la década de 1960 surgen nuevos conflictos en los precios de la carne, al informarse de una huelga de las carnicerías el 1 de junio de 1964, en la que 96 expendios rechazaron la carne que se les distribuía a Q0.23 la libra.
Era habitual en la época que los precios aumentaran con la llegada del invierno, por la escasez de reses gordas; sin embargo, las exportaciones no disminuían por parte de las dos compañías autorizadas para el efecto.
Los vendedores se reunieron con el ministro de Economía para llegar a un acuerdo para mantener el precio de Q0.21 libra, ya que los consumidores no podrían soportar otro aumento. Los afectados alegaban que los abastecedores le daban prioridad a las exportaciones contra el mercado local.
La dinámica económica mundial obligaba a mercados como el guatemalteco a aumentar los precios. A finales de los años sesenta la libra de carne se cotizaban entre treinta a cincuenta centavos.
En 1972 la libra de carne para asar, que podía decirse que era la de mayor valor y demanda, costaba Q0.70, y el lomito o filete se conseguía a Q1.30 la libra. Finalizada la década y a pesar del terremoto de 1976, el precio de la carne no sobrepasaba los Q2.
Para 1985 la carne de res se cotizaba entre Q2.10 y Q3.25. Los abastecedores aducían que los ganaderos eran quienes subían los precios.
El temor de los primeros era perder el producto por la poca demanda ante la subida de precios, por lo que cada vez que había incremento las carnicerías se encontraban desoladas.
Cambio de mercado
A finales de la década de 1980 se comienzan a ver efectos más graves en el aumento de precios. El 68 por ciento del hato ganadero del país estaba concentrado en las tierras de la Costa Sur.
La caña de azúcar experimentó un repunte mientras el precio de la carne caía a nivel internacional. Los ganaderos se convirtieron en azucareros, al cambiar las fincas de crianza por plantaciones de caña.
A principios de 1990 las existencias de ganado bovino se redujeron en un 28 por ciento, la plantación de caña era más rentable que tenerla con ganado, afirmó un ganadero anónimo.
La ganadería se fue del sur al norte. A pesar de no tener condiciones óptimas, Petén e Izabal comenzaron a generar más cabezas de ganado para la venta, pero a un costo muy alto: botando selva para sembrar pasto. Aun así la producción no aumentó y el costo se hizo cada vez más grande. Una de las soluciones gubernamentales para evitar la crisis por la reducción de los hatos ganaderos era importar carne.
En 1994 la libra de carne costaba entre Q8 y Q12, lo cual puso en evidencia la crisis del sector ganadero. Para 1999 las amas de casa adquirían la libra de carne entre Q12 y Q13.05, y los precios se mantenían entrado el nuevo siglo.
Al finalizar la primera década del 2000 la libra de carne se cotizaba entre Q20 y Q23.
Actualmente, una libra de carne cuesta en promedio Q32.
Al comparar los precios se ve que es una historia de nunca acabar.