EDITORIAL
Manuel Baldizón debe recapacitar
Desde la semana pasada han circulado rumores de que simpatizantes del partido político Líder vendrán esta semana a la capital a apostarse frente al Palacio Nacional de la Cultura, el Congreso y la sede de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), para presionar por que no sea aplicada la ley que no le permite participar en las elecciones al candidato vicepresidencial liderista, Édgar Barquín, quien tiene serios problemas causados por sus conversaciones, grabadas, que resultan altamente comprometedoras.
Personajes del partido mencionado han dicho que no se responsabilizan por lo que puedan hacer los simpatizantes que vendrán a la capital, evidentemente acarreados. Esto en la práctica resulta ser una amenaza similar a la que en su momento hizo el Frente Republicano Guatemalteco, de Efraín Ríos Montt, lo que se convirtió en el Jueves Negro, como consecuencia del pillaje y ataques a inmuebles capitalinos. En esa ocasión fue evidente la participación de diputados encapuchados e incluso de Zury Ríos, cuya candidatura acaba de ser denegada por el Tribunal Supremo Electoral. Las similitudes de los dos casos son evidentes.
Ayer, personas cercanas al grupo de mando de los lideristas indicaron, con la petición de mantener su nombre en reserva, que dentro de los planes de quienes organizan esas manifestaciones se encuentra atacar e impedir el trabajo de los reporteros de Prensa Libre, Guatevisión y Emisoras Unidas, un hecho que aumenta las posibilidades de que ocurran desmanes de toda índole. Además demuestra qué se puede esperar en cuanto a la libertad de expresión en caso de una victoria electoral de una agrupación que acata las órdenes omnímodas de quien es su centro.
Ante esas amenazas, las instituciones gubernativas no se pueden dar el lujo de permanecer inmóviles. El Ministerio Público debe tomar debida nota, la Procuraduría de los Derechos Humanos debe pronunciarse, y el Ministerio de Gobernación necesita estar alerta para actuar en caso de que los manifestantes se conviertan en una turba y, por lo tanto, sean incontrolables. De no hacerlo, se convierten de hecho en cómplices, lo que terminaría de comprobar la alianza del oficialismo y el liderismo.
Debe hacerse notar también que ayer las autoridades del partido Líder se mantuvieron escondidas, no respondieron a las llamadas telefónicas, lo que aumenta la posibilidad de que haya serios problemas y efectos negativos de todo tipo.
Manuel Baldizón debe recapacitar y entender que esas actitudes no solo son la muestra de desesperación, sino significan la segura pérdida del apoyo de la capital y otros puntos urbanos guatemaltecos, y que se quede únicamente con la simpatía de las áreas remotas del país, donde es alto el ausentismo a las urnas. En un momento en que los guatemaltecos han descubierto su poder de exigencia, amenazar con actos posiblemente violentos es contraproducente. Es claro que no hay un norte en el partido. Una integrante aseguró que acarrearían a medio millón de personas, lo que es imposible. A Baldizón se le han revertido su campaña, sus afirmaciones poco meditadas y, ahora, su amenaza por sembrar violencia en las calles.