Se sospechaba que las personas con autismo presentan deficiencias en las plantillas del cerebro que sirven para coordinar a la perfección los sentidos y acciones. Ahora, el equipo de Sobel y Liron Rozenkrantz analizaron las respuestas olfativas en 18 niños con este trastorno y otros 18 niños con desarrollo normal (17 niños y una niña en cada grupo) ante una serie de olores agradables y desagradables.
Los resultados mostraron que mientras que los niños típicos ajustaban el flujo de aire a 305 milisegundos al sentir un olor desagradable, los niños con autismo no mostraron dicha respuesta. Esta diferencia en la respuesta olfativa entre los dos grupos fue suficiente para clasificar correctamente a los niños con o sin un diagnóstico de autismo en el 81 por ciento del tiempo.
Los resultados sugieren que una prueba basada en el olfato podría ser muy útil en la clínica. “Podemos identificar el autismo y su gravedad con una gran precisión en menos de 10 minutos usando una prueba que es completamente no verbal y no implica ninguna tarea del niño”, destaca Sobel.
En su opinión, la información podría servir de base para el “desarrollo de una herramienta diagnóstico muy útil en la clínica para los niños más pequeños, con sólo unos pocos meses de edad. Dicho diagnóstico precoz permitiría una intervención más eficaz”.