Paralelamente a esta pasión, fundó una oficina con dos socios en 1971, en la cual desde entonces se dedica a elaborar estudios de factibilidad de proyectos arquitectónicos. Por su prestigio lo consultan muchos clientes. “No me dejan”, contesta al consultarle si piensa en el retiro.
Durante 50 años fue catedrático de universidades guatemaltecas —acaba de renunciar—, donde impartió clases de arquitectura y epigrafía. “No se hagan bolas, es un idioma con las mismas reglas que cualquier otro, con verbos, sustantivos, adjetivos…”, era lo que les decía a sus alumnos al iniciar el curso de Epigrafía Maya.
Fahsen, de 78 años, conversó con Prensa Libre sobre sus experiencias como epigrafista, su vida en Estados Unidos y sus proyectos como arquitecto.
¿Cómo transcurrió su niñez y juventud?
Cuando yo nací, mis padres se trasladaron a vivir a Antigua Guatemala. Mi papá era médico y cirujano y trabajaba en un hospital y en su clínica. Yo era el mayor de tres hermanos. Fueron años muy felices, muy agradables. Allí vivimos hasta 1944, cuando nos fuimos a vivir a Estados Unidos.
¿Cómo fue su vida en ese país?
Mi papá obtuvo una beca para estudiar Administración Hospitalaria. Luego regresamos a Guatemala porque fue nombrado el primer director médico del Hospital Roosevelt, que se había terminado de construir con ayuda estadounidense.
En Estados Unidos vivimos en época de la Segunda Guerra Mundial. Nos daban unas cartillas para comprar alimentos, porque había restricciones.
Después volvimos a Guatemala en 1946. Estudié en el Colegio San José de los Infantes. Tuve una vida normal de estudiante; éramos parranderos.
¿Cuál era su materia favorita?
La que siempre me llamó la atención era Historia, la cual me ayudó en mi trabajo arqueológico y epigráfico posterior. En ese tiempo, en Guatemala no había facultades de arquitectura, así que decidí estudiar esa carrera en Estados Unidos.
¿Por qué Arquitectura?
Siempre he tenido una perspectiva visual. No soy artista ni pintor, pero me encanta el arte. Adonde quiera que voy, lo primero que busco es un museo, para entender la vida cultural.
¿Qué le llamó más la atención cuando vio la epigrafía maya por primera vez?
Como soy arquitecto me llamaban la atención los signos, los cuales comencé a estudiar. Me di cuenta de que es un idioma completo como cualquier otro. Trabajé con expertos como Linda Schele, quien fue mi mentora; Peter Mathews y Nikolai Grube. Recuerdo que Schele pasaba dos o tres meses en Guatemala y hacíamos seminarios con otros colegas en los que descifrábamos punto por punto inscripciones de sitios arqueológicos. Yuri Knorozov —el investigador ruso que descifró la epigrafía maya— estuvo en mi casa, aunque teníamos diferentes puntos de vista, pero nos respetábamos. En la epigrafía se debe innovar.
¿Qué es lo que más se le dificultaba de este trabajo?
Como no soy lingüista, para mí era difícil traducir las estructuras gramaticales. Hice un esfuerzo muy grande.
Me dedicaba a esto en mi tiempo libre. Nunca me produjo nada económico. Yo lo hago porque me gusta. Ahora me mandan material para ayudar a descifrarlo y me siento orgulloso de este trabajo.
¿Cuál texto maya le asombró más descifrar?
Tuve la suerte de que en las escalinatas de Dos Pilas se les había olvidado ver una parte a la que le había caído un árbol. Vi la historia como nadie la había visto antes. En otra oportunidad me fui a trabajar a Cancuén, con —el arqueólogo— Arthur Demarest, donde encontré un texto de la asunción al poder del gobernante de ese sitio, lo cual confirmó cosas que había especulado. Por eso me gusta la historia, porque me da ideas de lo que tengo que entender.
Usted nació en un día 5 Quej. Según la cosmovisión maya, este le auspicia que será ajq’ij —sacerdote maya— o maestro. ¿Con qué se identifica más?
Ser maestro. Por eso es que di clases, me relacioné con estudiantes, hice trabajos de investigación y trabajé en proyectos. Me interesa entender lo que hacen los ajq’ijab. Participé en varias ceremonias mayas, sobre todo cuando me operaron del corazón, pero no creo que tenga la energía interna para ser uno de ellos.
¿Cree que ha aumentado el interés en el país por aprender la epigrafía maya?
No creo que en Guatemala sea importante. Es una lástima, porque aquí tenemos toda la información disponible.
Planificación
Vivienda para clase media
Cuando Federico Fahsen terminó de estudiar la maestría en la Universidad de Berkeley, regresó a Guatemala en la década de 1960 y su primer empleo fue en el entonces Instituto Cooperativo Interamericano de Vivienda. “El primer proyecto urbanístico que desarrollé fueron los Proyectos 4-4 y 4-10, en la zona 6. Hicimos otros parecidos en Mazatenango y Quetzaltenango”, dice.
“Son viviendas de clase media, y el proyecto cooperativo consistía en que el dueño de la casa tenía que trabajar en la construcción en su tiempo libre. Dos años más tarde me llamó un exprofesor de la universidad para un proyecto conjunto con la Organización de Estados Americanos”, refiere.
Era un proyecto habitacional en el que el beneficiario aportaba parte del dinero o del trabajo. “Eso me dio una conciencia social y me identificó con Guatemala”, añade.
Perfil
Investigador autodidacta
Nació en la Ciudad de Guatemala el 17 de noviembre de 1936.
Se graduó de arquitecto en la Universidad Southern de California.
Tiene una maestría en Planeación Urbana y Regional por la Universidad de Berkeley, California.
Fungió como director del Inguat, de 1982 a 1983.
Fue embajador de Guatemala en Estados Unidos, de 1983 a 1985.
Ha sido epigrafista de sitios arqueológicos como el de Cancuén y Dos Pilas.
Fue catedrático desde 1965 en las universidades de San Carlos de Guatemala, Francisco Marroquín y Rafael Landívar.
Entre sus reconocimientos destaca el de Patrimonio Cultural Nacional, en el 2003; Orden del Pop, 2003, y el Premio Linda Schele, 2012.
Es autor de innumerables investigaciones y artículos sobre epigrafía y arqueología maya.