Revista D

El niño Prokófiev

Estuardo Hernández Villatoro admira desde pequeño al compositor ucraniano. El pianista ha tocado dos veces en el Carnegie Hall.

Más que un sitio histórico en el corazón de Manhattan, Nueva York, el Carnegie Hall es para cualquier músico un sueño con olor a triunfo, porque tocar en este lugar es sinónimo de éxito. El guatemalteco Estuardo Hernández Villatoro lo ha conseguido dos veces.

Hernández Villatoro había practicado incontables horas antes de que llegara a sus manos la convocatoria para participar en la Romantic Music Competition del 2011, un concurso anual que atrae a pianistas de todo el mundo, que ese año fue dedicada a Franz Liszt.

Cuando se sentó frente al piano en el escenario del Weill Recital Hall, una de las salas del Carnegie, quedó paralizado durante algunos segundos. De repente, recuerda, todo desapareció; solo estaba él frente a aquel piano Steinway.

En aquella ocasión ganó el primer lugar. Volvió al año siguiente y le adjudicaron el segundo.

Pentagramas de colores

Ana Verónica Villatoro, la madre de este músico, es pediatra. Siempre quiso ser pianista, pero su pasión por la medicina pudo más.

Cuando estudiaba en el Conservatorio Nacional de Música conoció a Héctor Hernández, un ingeniero mecánico que años más tarde se convertiría en el padre de sus dos hijos.

Un viejo piano formaba parte de lo que Hernández aportó al menaje de casa cuando se casaron. El pequeño Estuardo solía acercarse por curiosidad a tocar algunas teclas hasta que su madre decidió dibujar para él pentagramas y notas de colores.

El niño aprendió a leer las notas mucho antes de que las letras de los cuentos.

Cuando Estuardo tenía 12 años sus padres fueron a visitar al vecino, mientras él se quedó en casa. “Se escuchaba como si estuviera tocando en la misma sala”, recuerda su mamá. Afortunadamente, la residencia colindante era de Pablo Peña López, el fallecido contrabajista de la Orquesta Sinfónica Nacional, quien nunca se quejó.

Desde ese día, sin embargo, acordaron limitar las prácticas de Estuardo hasta las nueve de la noche. “Tuvimos que hacerlo porque de lo contrario habría seguido tocando hasta media noche”, comenta Villatoro.

Cuando Estuardo se graduó del bachillerato dudó en ser pianista o ingeniero. Ganó el frenesí por la música.

Viajó a Costa Rica, hace cinco años, para estudiar en la Universidad Nacional donde obtuvo, después de cuatro años, el grado de Bachelor en música. Hoy estudia la licenciatura.

Durante los primeros años en tierras ticas se ganaba un dinero extra dando clases de piano. No fueron pocas las veces que tuvo que acurrucarse en el piso, debajo del piano para controlar la rabieta de un pequeño aprendiz que se resistía a interpretar la lección.

“Mientras más difícil eran las lecciones para estudiar, como las de Serguéi Serguéievich Prokófiev, más feliz era Estuardo. Fue un chico al que siempre le gustaron los retos”, recuerda su maestra Zoila García-Salas.

A ritmo de orquesta

En noviembre de 2014 Estuardo fue finalista en el concurso nacional e internacional de piano José Jacinto Cuevas, organizado en México y tocó junto a la Orquesta Sinfónica de Yucatán.

“¡Claro que sí, pasa todo el tiempo y es más común de lo que todos creen! El truco está en hacer que el error se note lo menos posible”, confiesa entre risas, al preguntarle si alguna vez ha olvidado una partitura.

En estos días prepara sus maletas para mudarse a un pequeño apartamento cerca de Christian University, en Texas, Estados Unidos, pues fue seleccionado para ingresar a la maestría en piano performance.

Se ha presentado en varios países, entre otros, Costa Rica, Nicaragua, México, República Dominicana, Estados Unidos, Alemania e Italia.

En junio del 2011 fue elegido y premiado como Artista del Año en Guatemala.

De niño, a Estuardo le gustaba tocar las obras del difícil autor ucraniano Serguéi Prokófiev, quizás por las cosas en común que tuvieron ambos. La madre de Prokófiev fue pianista y su padre ingeniero. Los dos desde pequeños fueron seducidos por el piano y ambos aprendieron a tocarlo antes que a leer.

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