PERSISTENCIA
Lo que Nietzsche le debe a Kant
Kant tiene derecho a considerarse el Copérnico de la filosofía, pero “la revolución copérnica” que realiza no se basa tanto en invertir el orden del conocimiento, al hacer depender el objeto del sujeto, sino en desterrar de la filosofía racional todo elemento metafísico.
En efecto, partiendo de la clásica teoría de los dos mundos establecida por Platón: el “mundus intilligibilis” (o mundo de las ideas) y el “mundus sensibilis” (o mundo sensible o de la Naturaleza), encamina el fundamento de su labor filosófica a demostrar que el único mundo posible de conocimiento, por medio de la razón, es el segundo.
Esto significa que el hombre no puede conocer con certeza aquello que traspasa los límites de la razón y de la experiencia sensible, así como aquello que está más allá de la “physis” o naturaleza, que conforma el “mundus sensibilis”.
El “mundus intilligibilis” escapa a la razón. De acuerdo a ello se destruye la metafísica dogmática establecida por la filosofía occidental, a partir de Platón.
Kant, con la Crítica de la Razón Pura, destruye de manera racional implacable, no solo la posibilidad de conocimiento, sino la posibilidad de existencia del “mundus intelligibilis”, con lo cual se enfrenta a sí mismo, y a la filosofía tradicional, con la total negación de la metafísica y su mundo de valores: Dios, la moral, la concepción del hombre como criatura de Dios, la inmortalidad del alma, la libertad.
Ante semejante proeza, él mismo se llena de espanto, pues ha alcanzado una verdad descomunal: el único mundo cognoscible y existente, a partir del sujeto, es este mundo en el que nacemos y morimos.
Pero, aunque después de la Crítica de la Razón Pura (fundamentada en “el yo racional), escriba la Crítica de la Razón Pura (fundamentada en “el super-yo” o “ideal del yo”), en donde sostenga la posibilidad del conocimiento —y por lo tanto, de existencia— del “mundus intelligibilis”, el cual encierra dentro de sí a Dios, la moral, la libertad del hombre, la inmortalidad del alma, en base a “la buena voluntad” regida por el “imperativo categórico” (que ha de existir más que en la inteligencia, en los sentimientos constructivos o disposición interior para obrar bien que yacen en la “physis” del hombre), ya Kant ha asestado la temible duda del desconocimiento de una realidad más allá de la “physis” y, con ello, la inexistencia del mundo suprasensible. (Mundo que ha nacido en la mente humana, como consecuencia de la represión sexual y de su necesidad, vital y moral, de querer retornar al “paraíso perdido”: un cálido lugar en el cual ya no existan cambios de suerte, o “peripecias” —como los llamaría Aristóteles— lo mismo que sufrimientos ocasionados por una “physis”, o naturaleza voluble e implacable).
En este sentido, considero que Kant sería el primer nihilista. Muerto Dios, el hombre no tiene certeza alguna de para qué está en este mundo, hacia dónde va; desaparecen así los conceptos del bien y del mal y toda moral socrática y cristiana establecida en el mundo occidental, pierde su fundamento racional.
El hombre, que pierde el suelo que lo venía sustentando, comienza a flotar en el vacío, en la nada (‘nihil’). Por otra parte, Dios también un valor supremo pero por encima de todos los demás, en cuanto es su fundamento, pierde su valor al mismo tiempo que los otros, porque ya no tiene nada que fundar. Lo cual equivale a una exacerbación del nihilismo. Por ello, ahora, como dice el insensato que anuncia la muerte de Dios en La Gaya Sciencia, el hombre no sabe hacia dónde va, yo no tiene ni un arriba ni un abajo, cae en todas direcciones, siente el aliento del espacio vacío y va errando a través de una nada infinita. Die fröhliche Wissenschafrt
En la misma obra, ya ha expresado Cruz Vélez: “El nihilismo equivale igualmente al fin de la metafísica, a la volatilización del ‘mundo verdadero’ (denominado por Kant como ‘mundus intelligibilis’) y a la muerte de Dios. Las tres expresiones designan lo mismo, pero considerándolo desde diferentes puntos de vista…”