CABLE A TIERRA

De poder a poder

Ante el fracaso de las instituciones y del sistema político, la ciudadanía ha tomado las calles y repite: ¡Renuncie presidente, no nos merece! Tuvo oportunidad de ponerse del lado correcto de la historia y la pescó mal y tarde. Queremos fuera a su Gabinete, queremos que investiguen a todos y haya juicio y castigo para los corruptos. Que gente honorable asuma la conducción del gobierno y prepare las condiciones para los cambios de fondo que estamos planteando. Queremos depuración del Congreso, de los órganos de justicia y de control. Otra clase de partidos políticos. Sin todo eso, pierde sentido hacer elecciones.

Exigimos que no ocurra como en 1993, cuando solo los actores de poder definieron el curso y desenlace de la crisis. Por más euforia que nos cause ver las Plazas llenas, estamos siendo desoídos por quienes ostentan el verdadero poder en esta sociedad. No aceptamos más que las discusiones y los acuerdos se den solo entre ustedes. No somos tontos útiles ni románticos idealistas que no sabemos qué queremos.

Señores de la comunidad internacional, del sector privado, de las iglesias, de los medios de comunicación que se han resistido a transmitir nuestras voces en todo el territorio nacional, del Ejército, cuyos miembros honorables han de sentirse mancillados por quienes traicionaron los ideales más altos de su institución: ¡escuchen la voz ciudadana! ¡Haber sacado a la vicepresidenta y destituido un par de ministros no es suficiente!

¿Qué cuesta entender? ¿Cómo es posible insistir que mantener en el gobierno a un Presidente y un Gabinete con un prontuario de esta calaña preservará la institucionalidad del país? Es más, podemos ir a elecciones en septiembre y no cambiar nada tampoco. Lo más probable es que en menos de dos años estemos en esta situación de nuevo o en una peor, porque prefieren preservar ahora las formas y no priorizar el fondo.

En el siglo XXI, los golpes de Estado ya no son primordialmente militares; son técnicos y usan los “debidos procesos” para justificarse. ¿Acaso no ven que este gobierno ya lo hizo acá? El daño a la institucionalidad que vieron ocurrir en otros lados, y que tanto temen supuestamente, ya ocurrió en Guatemala. Lo hizo este gobierno al romper cada regla, al corromper la función pública para enriquecerse ilícitamente y favorecer a sus compinches privados, a esos a los que aún falta verles a la cara y nombrar, y no solo por La Línea.

¿Por qué no vienen a la Plaza y hablamos frente a frente? Queremos interlocutar con ustedes en asambleas ciudadanas. Hemos dado muestras de un extraordinario nivel de civismo y nuestras peticiones no son irrazonables. Definamos mecanismos. Junto a las renuncias, queremos cambios institucionales de fondo; la agenda estratégica está siendo planteada ya desde diversos espacios. No es nueva, solo ha sido desoída.

A mis colegas conciudadanos les planteo: Cuando las asimetrías de poder son tan grandes, solo la articulación entre las distintas expresiones de las movilizaciones, con ética y objetivos claros, permitirá conformar un poder ciudadano mayor; una fuerza capaz de traducir el descontento en los resultados que queremos. Seguir en las plazas sí, y debemos multiplicarnos todavía más. Pero si no damos pronto el salto de movilizados a sujetos colectivos organizados, que respaldamos una agenda mínima común y elegimos voceros de nuestros intereses frente a esos poderes reales, los de siempre, que no se hacen tantas bolas, se impondrán como siempre han hecho.

No desperdiciemos nosotros tampoco la oportunidad.

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