PANÓPTICA
¿Élites paranoicas?
Sin lugar a dudas, las democráticas y reivindicativas manifestaciones ciudadanas (la del 16M superando las 50 mil personas) generan resquebrajamientos políticos en un gobierno moralmente ya insostenible, evidencian contradicciones socioeconómicas y desnudan disputas de poder entre la clase política, los empresarios, los militares y el poder supranacional (la influyente embajada de los EE. UU. y la Cicig).
El hartazgo, el rentismo, la opacidad, el patrimonialismo y el cinismo de los mal encarnados césares romanos patrioteros ha sido descomunal, incumpliendo su oferta electoral: seguridad y empleo; disfrazando el desmantelamiento del aparato público con la Gestión por Resultados, con una bancada improductiva que ha transado con Líder, cometiendo error tras error en estrategia política y comunicación gubernamental, gobernando sin tecnócratas de carrera (metiéndole goles en toma de decisiones), creando Gabinetes específicos y políticas públicas para justificar el latrocinio, con grupúsculos disidentes dentro del Ejército (críticos de la corrupción, clases pasivas, ascensos y privilegios) y ahora con un binomio presidencial (García y Gramajo) quemado, antipopular y autoritario.
Además, existe un descontento de ciertas facciones oligárquicas hacia Pérez Molina por no instrumentalizar eficazmente al Estado para la implementación de la política energética y extractivista (represión a medias de liderazgos comunitarios), por no lograr la reforma constitucional (revivir la malograda y libertaria propuesta de ProReforma), por permitir que las redes mafiosas les abarquen más nichos de mercado, por no reducir al orden los caprichos megalómanos de Baldetti (enriquecimiento ilícito y desaprobación de Sinibaldi), por aprobar la infructuosa ley de actualización tributaria y no gestionar contundentemente la aprobación de la ley de inversión y empleo.
Y en esta coyuntura, las élites económicas están padeciendo cierta paranoia política, un trastorno delirante en torno a la correlación de fuerzas sociales que está perturbando el statu quo y el establishment.
Los síntomas son: la imposición de Maldonado Aguirre como vicepresidente, la propuesta de García como presidenciable naranja, la rearticulación política del Cacif con Jorge Briz como presidente, la reconcentración del capital oligárquico financiero (campaña negra contra Banrural) a manera de ir sentando las bases para su aniquilación empresarial, el temor por los empresarios señalados en el caso La Línea, las tensiones entre los grupos corporativos de medios de comunicación masiva y las incesantes protestas voluntarias de la muchedumbre indignada (el terror hacia la oclocracia clase mediera, urbana e indígena).
A manera de colofón, las élites son actores resilientes, tienen la capacidad de reacomodarse fácilmente (ejercen el poder y la dominación). Sin embargo, esta crisis no es igual, son vulnerables y lo saben, no son graníticos políticamente, la ciudadanía perdió el miedo, EE. UU. prepara la intervención político-militar y Baldizón se perfila como próximo presidente.
P.D. No debemos desmayar, vamos por el 30M, ya con propuestas estructurales.
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