El director de una de las escuelas de Zaragoza, Luis Eduardo Girón Marroquín, dijo que los sobrenombres en este municipio se llevan por herencia.
“He notado que en la escuela los alumnos se tratan por los sobrenombres. Ya es una cultura, y hemos tratado de evitarla, pero no se puede. Recuerdo que a mi abuelo, por ser gordo, le decían Pilón, y por eso a nuestra familia le llaman los Pilones”, indicó.
Ariel Salazar, alcalde de la localidad, comentó: “Los apodos son parte de las tradiciones y costumbres del municipio, ya que, según sé, a mi abuelo y a mi papá les decían los Chilecas, por ser fieles católicos”.
“Cuando estudiaba me cambiaron el sobrenombre de Chileca a Pinocho, pero no por las mentiras, sino por el tamaño de mi nariz. Este trato no le molesta a la mayoría, porque llegan a reconocer que se trata de una herencia”, resaltó Salazar.
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