¿De qué trata su libro?
Ofrece un análisis detallado de cada uno de los procesos electorales ocurridos entre 1984 y 2011. El objeto es poder identificar las regularidades, las continuidades y las rupturas que hemos tenido en la construcción del orden democrático. Para eso analizamos un conjunto de variables. Cuáles han sido las ofertas partidarias, el porcentaje de votos obtenidos por cada partido y permite apreciar la geografía del voto.
¿Se identifica algún patrón que se haya repetido?
Lo que se plantea en el libro es cómo la institucionalidad electoral y democrática ha venido moldeando un sistema político que tiene un conjunto de características y peculiaridades que hacen que sea casi una excepción en América Latina.
¿Es normal que haya muchos partidos cuando solo tres o cuatro tienen posibilidades?
Hay una corriente de politólogos que proponen elevar los requisitos para tener un registro de partidos más reducido. Hay quienes dicen que la cifra ideal sería de dos a cuatro partidos. El problema es el asunto de la competencia política, pues la trampa consiste en que cualquiera puede construir un partido, hasta 28, como hemos llegado a tener, pero el engaño es que pocos pueden competir.
¿Mientras más recursos económicos tiene un partido se asegura los votos?
La respuesta sencilla es sí. La respuesta compleja no logra explicarnos cuál es la relación entre financiamiento y votos. En el sistema guatemalteco existe una fuerte correlación entre la cantidad de dinero que invierten los partidos y el porcentaje de votos que obtienen.
¿Cambiarían las cosas si el presidente se reeligiera?
Con el régimen político tan precario es conveniente mantener la prohibición de reelección para el presidente. Incluso, habría que prohibir la reelección de diputados y alcaldes, para sanear el sistema político.