Los compradores compulsivos se creen cuanta mentira dicen en los anuncios. Al ver las ofertas de la tele, hasta se imaginan que tendrán figura de reina de belleza (o de atleta de gimnasio, dependiendo del caso) con sólo tomar ese compuesto que ha de saber horrible. Lo que no le dicen es que si relamente baja de peso, la piel que cubría la grasa colgará si no hace ejercicios. Seguramente tampoco conseguirá tener el abdomen firme con solo colocarse esa faja que tiembla a la menor provocación.
Para completar el círculo de belleza, ofrecen cremas hechas con piedras extraídas del fondo del mar, un secreto que tenían las griegas hace siglos que ellos vinieron a redescubrir, y por supuesto, a comercializar.
También hay ?sprays? mágicos que queman la grasa en minutos y además le dejan la piel tersa. Y si esto no funciona ofrecen toda una gama de aparatos para hacer ejercicio, líquidos, pastillas y otros productos que harán de su cuerpo una mezcla del de Jennifer López y Selena.
Eso sí, lo anterior es recomendado por expertos (médicos, nutricionistas, deportistas) que en el comercial le explican que el producto es avalado por MMA, que vaya usted a saber qué es o dónde queda.
Y si todo lo anterior no le funciona, puede recurrir a una asistencia espiritual, a muy bajo precio.
Hace años ofrecían, en la tele, la cruz de Jerusalem que en el centro tenía un piedra azul del lugar en dónde Cristo nació, una cruz mal hecha y que seguramente no viajó miles de kilómetros para estar en las manos del comprador. Eso sin contar la pulsera balance que muchos aseguraban que era efectiva y uno se pregunta, sí era tan buena, por que ya nadie la utiliza.
Pero no todo es para la belleza del cuerpo. También hay para la buena apariencia de la comida, desde un sartén que nunca quemará la comida por mucho que usted se le olvide que dejó la hornilla encendida mientras hablaba por teléfono, hasta una colección de utensilios con los que cortará verduras y frutas de las formas que quiera. Este super aparato transforma un tomate o una zanahoria en una obra de arte, en minutos. Lo que no le dicen es que el tomate en lugar de adquirir forma de rosa se aplasta y el jugo se desparrama por el plato.
Todo en oferta
Si no son toallas son juguetes, carne o jabones que están llegando a su límite de vencimiento. Si los compra y no los consume inmediatamente, verán que el jabón, cuando intenta usarlo se desintegra y lo que le quedan son miles de pedacitos regados por el suelo.
En el paraíso de las ofertas, hay quienes salen de la tienda, el super, el mercado, o de donde sea, con más cosas de las que necesitan y con el total convencimiento de que hicieron una buena compra, y barata.
Compran todo lo que le ofrecen: ropa, joyas (perlas y oro ?legítimo?) cremas, lociones por catálogo, mantelitos traídos de de la India, discos de Play Station baratos, que la vecina le muestra oportunamente cuando le ve llegar del trabajo.
Cuando se es comprador compulsivo, cualquier cartel en papel brillante, con letras grandes que diga ¡Oferta! (o ¡Sale!, como utilizan algunos) provoca una especie de atracción hacia dentro del almacén. Aunque sepa que no va a llevar nada, le consuela sentirse por unos minutos comprador en potencia.