CONCIENCIANo hay peor ciego que el que no quiere ver
De acuerdo con una nota de la Agencia Reuters, publicada por la cadena internacional de noticias CNN, ?el Presidente Hugo Chávez ha expresado su confianza en que la inversión extranjera siga fluyendo hacia su país pese a las fuertes protestas que enfrenta su gobierno? (CNN, 18 de octubre).
No es extraño que el propio Presidente de la República sienta algún temor. Basta abrir los periódicos o ver las noticias internacionales en cualquier cadena noticiosa, para darse cuenta de que la situación política que se vive en Venezuela es difícil y que se ponen en riesgo la institucionalidad del país y la democracia.
¿A qué inversionista, nacional o extranjero, le va a interesar invertir en un país con una débil gobernabilidad, una dudosa garantía de los derechos civiles y una gran inseguridad jurídica y ciudadana? Pocos se atreverían a llevar su capital y a iniciar una actividad económica en países tan riesgosos.
Lamentablemente, Venezuela no es el único país que afronta serias crisis políticas y económicas.
América Latina pareciera convertirse en una región de alto riesgo que ahuyenta la inversión. Con algunas excepciones, como las de Chile sin justificar con ello las dictaduras como una solución -y México aunque los resultados del cambio aún están por medirse-, la región latinoamericana ha generado entre sus habitantes y entre los extranjeros una gran desconfianza en sus instituciones básicas, ha dado cabida a la corrupción más descarada y escucha cada día con más fuerza, el discurso populista y la demagogia.
En especial, se ha utilizado en forma irresponsable el término democracia, llegando a ?vaciar? de contenido la palabra, como diría Carlos Boloña, y ahora sólo sirve de adorno en los discursos políticos y las arengas populares. El Presidente Chávez es demasiado optimista al creer que la política actual de su gobierno sirve de atractivo a la inversión.
Pareciera que él, como otros gobernantes de la región latinoamericana, no han comprendido que sus países no avanzarán correctamente hacia el progreso y el bienestar generalizados a través de políticas con soluciones de corto plazo y costosas; agrandando el aparato estatal y con él la burocracia entorpecedora; dejando a un lado el estado de Derecho, para dar cabida al simple y tentador estado de legalidad, en el que el derecho y la justicia quedan a merced de la voluntad de un reducido grupo, para beneficio propio y en desmedro de la colectividad.
Pareciera que en América Latina existe algún extraño virus que ataca a sus pueblos e impide a sus habitantes tener una visión de largo plazo, fundar sus sociedades sobre la base de principios ético morales inalterables, atacar la pobreza no sólo material, sino también intelectual, y que hace que los hombres y mujeres se acostumbren al desgobierno, a la corrupción, a la impunidad y a la pobreza. Con esa actitud, tanto de gobernantes como de gobernados, no es posible el desarrollo económico, político y social sostenido.
Aunque le cueste a muchos reconocerlo, tanto el presidente Chávez como la mayoría de los gobernantes de la región saben que sin inversión las economías de sus países no podrán desarrollarse. Pero, para que la inversión se dé, es necesario crear y fortalecer las instituciones y que la gente vuelva a confiar en ellas. Con engaños se pueden ganar las elecciones, pero se puede perder a un país y, lo más valioso, su gente.