Vida

Cartelera cultural

La crítica entendida como disciplina en ejercicio quedó mal parada

Hay preocupaciones cíclicas que crean interrogantes en los artistas de las artes visuales y que se refieren a los terrenos de la crítica, los curadores, las galerías, los medios de comunicación y la poca (o mucha) trascendencia del trabajo que realizan.

Cuestiones que, acompañadas de otras inquietudes, son tratadas con distinta profundidad por los protagonistas con la conciencia de que algo no funciona como debería.

El viernes 9 de agosto, en la sede de Colloquia, nos reunimos varios seguidores del proceso artístico para discutir el contenido de la cartelera cultural guatemalteca contemporánea. Tema que, por las dificultades que presenta, no pudo ser desarrollado a cabalidad.

De los nueve puntos preparados por Ariel Ribeaux sólo alcanzamos a esbozar dos que, tratados de modo individual, darían para muchas otras reuniones. Uno que se subdividió fue el de la crítica, el papel del ladino en ésta y el protagonismo que desempeñan los medios. El otro desembocó en el público y alcanzó a tocar los asiduos a las salas de teatro.

El primer punto fue expuesto con amplitud a la manera de Daniel Schaefer, director de la galería DS II y catedrático independiente de artes plásticas. Desde su perspectiva, el artista actual no está haciendo arte que pueda ser considerado guatemalteco. Esto porque nuestra cultura artística ?está más interesada en parecer internacional? que guatemalteca, punto que rebatieron creadores como Regina José Galindo o el cineasta Sergio Valdez.

La crítica entendida como disciplina en ejercicio quedó mal parada. Los allí presentes terminamos por reconocer que, al menos en el campo de la plástica, no se realiza con la frecuencia necesaria. Lo que solemos leer son artículos encaminados al tipo de lector asiduo a esos espacios y a las características del medio para el que cada columnista escribe.

Para Ángel Arturo González, gerente de la Fundación Paiz, el problema de la crítica actual es que nadie se atreve a ejercerla porque, a su entender, el medio no se presta para hacerla. El guatemalteco promedio ?ha enfrentado históricamente el miedo a decir la verdad y por ello, a través de la historia, se ha vuelto diplomático evitándose así problemas?. 

No se habló, pero se entiende, que en el país existen personas capaces de hacer crítica y algunas de ellas lo hacen de vez en cuando. En todo caso el aspecto más interesante fue el del público y su relación con las artes. ¿Es la crítica educativa? ¿Debe ser sólo para expertos? No se llegó a una respuesta concluyente.

Uno de los visitantes que no era artista parece haber sido quien dio la mejor respuesta. Él indicó, más o menos con las siguientes palabras, que ?estaba allí porque el arte le llamaba la atención y desde que se daban estas charlas podía aprender algunas cosas?.

El foro quedó abierto. Lo más valioso que aportó fue constatar que persiste la necesidad de crear espacios críticos que sean capaces de llenar el vacío reclamado por los artistas de todas las generaciones y la necesidad de orientación al público. Este último es, al final, quien generalmente convive con el producto artístico.

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