CABILDO ABIERTORepartiendo amarguras
Es sabido que el pez grande se come al chico, pero la voracidad de los grandes comercializadores de café no tiene límite: han sumido en la miseria a unos cien millones de seres humanos de cincuenta países, mediante un proceso comercial injusto, que concentra la riqueza en los tostadores y reparte la amargura entre los trabajadores y los productores del aromático.
Para dimensionar esta amarga cadena de iniquidades bastaría con recordar que, en los países industrializados, una taza de café cada día es más cara, con un costo promedio de dos dólares. Se pueden producir 50 tazas con una libra de café tostado y molido, arrojando un rendimiento de U$ 100.00.
En contrapartida, esta semana el productor guatemalteco recibió un promedio de U$ 3.00 por libra de café pergamino, después de los descuentos. Aún descontando el importe de intermediación, transporte, torrefacción, molido y servido, las utilidades del vendedor final pueden ser del 3,000%. Sí, leyó bien: ¡del tres mil por ciento!
Para enfrentar este fenómeno, la ONG internacional Oxfam lanzó durante el mes de septiembre una campaña mundial por una comercialización más justa del café, bajo la sugestiva consigna de ¡Esto no hay quien se lo trague!
Según Oxfam, la explicación de la crisis reside en la sobreproducción de café y en el control, casi monopólico, que las grandes empresas -como Nestlé, Philip Morris, Tesco y Starbucks- ejercen en el mercado mundial, el cual alcanzó la cifra de 43 mil millones de dólares en 1997.
El estudio de Oxfam señala que ?Para febrero del 2001, Nestlé informó un incremento de 20 por ciento en sus ganancias, con un comportamiento consistente de su sector de bebidas. Por su parte, Starbucks, la gigante de las cadenas expendedoras de café al menudeo, tuvo un mejor desempeño, con 41 por ciento de incremento en sus ganancias en el primer trimestre del 2001?.
La sobreproducción ha jugado un papel relevante en la caída de los precios de café en los mercados mundiales, sobrepasando con creces la demanda. Según el estudio referido, la producción se ha incrementado 15% desde 1990, como resultado de la plantación de nuevos cafetos, la innovación tecnológica y la llegada de nuevos productores al mercado. Hace diez años, Vietnam exportaba café en pequeñas cantidades; actualmente, es el segundo exportador mundial del grano.
Otro factor que también ha contribuido al crecimiento de la oferta de café es la presión que el Banco Mundial y el FMI ejercen sobre los países deudores, forzándolos a incrementar sus exportaciones con el fin de obtener divisas.
En Colombia y Bolivia, programas patrocinados por la ONU alentaron el cambio de la producción de cocaína a la de café. Y en Angola, la Organización Internacional del Café recién proporcionó fondos para revivir la producción cafetalera del país.
En Guatemala, la Plataforma Agraria y ANACAFE han demandado que el Gobierno declare de urgencia nacional la reconversión cafetalera, aunque con enfoques distintos. La primera aboga por los más de 300 mil trabajadores que se quedaron sin trabajo, afectando a 1.5 millones de personas, mientras que la segunda solamente se preocupa de los finqueros.
ANACAFE propuso una serie de medidas de apoyo a los caficultores, así como el congelamiento de los salarios, sin comprender que la única justificación para invertir fondos públicos en empresas privadas es la preservación de fuentes de trabajo dignas.
En la época de la bonanza del café, los grandes beneficiados fueron los exportadores; ante la crisis, vendieron sus fincas y se convirtieron en banqueros, dedicándose a ahorcar a los pequeños productores con préstamos de usura. Si los polémicos eurobonos se van a utilizar para comprar fincas rematadas por los bancos, se les debe pagar el valor del adeudo, que cubre solamente ente el 60 y el 70 por ciento del valor de las propiedades.
Para poder abogar por un mercado cafetalero con justicia, hay que redefinir los criterios para revertir la crisis, privilegiando a los trabajadores, los que con su sudor hicieron del café el grano de oro, en beneficio de unos pocos. Alguna vez hay que invertir los papeles y lograr que las amarguras se las traguen los amargos, los que siempre aplicaron la ley de Caifás: al fregado, fregarlo más.