También indicó que, de su repertorio, este texto era único ya que lo había escrito en su juventud, a principios de los años setenta, por lo que es muy diferente al resto de su producción. Es probable que por ello éste necesite de un narrador que abra el paso a la comprensión de la historia.
?Voces en el umbral?, una obra de apariencia oscura, posee virtudes que la convierten en un trabajo destacable. Esto porque su director, el salvadoreño Fernando Umaña, consiguió articular a una serie de profesionales que le acuerparon para crear un hecho escénico completo, convincente, atrevido por su compromiso y aventurado por la escasez de este tipo de montajes en el ambiente teatral guatemalteco.
La trama se desarrolla en una atmósfera difusa, neutra, bien pensada, que cede la estafeta a la fuerza humana, la que tiene la responsabilidad de convencer al público de si la historia es creíble o no. Elementos que, de apariencia tan pobre, dignifican la propuesta y vienen a demostrar que la escenografía es secundaria cuando las actuaciones son buenas. Lo sonoro también fue solucionado utilizando recursos (ruidos si se quiere decir de otra manera) que al ser producidos por los propios artistas con botellas, latas, petates rastrillados con las uñas, voces… consiguen niveles inquietantes de naturalismo.
La clave de esta obra radica en la capacidad de Patricia Orantes y Mercedes Fuentes para hacer transiciones. De la mano de Umaña, con el soporte de los otros tres actores que las acompañan, ambas actrices retroceden y adelantan en el tiempo sin necesidad de caracterizaciones apoyadas en los recursos más usuales. En este caso realizan un trabajo muy cansado y difícil de expresión corporal, con el que proyectan las diferentes energías de los personajes. Es importante destacar el respaldo de técnica realizado por Cecilia Dougherty quien, usando su experiencia coreográfica, diseñó elementos histriónicos que han resultado decisivos en el desarrollo del trabajo.
La historia trata de amor, sufrimiento, amistad, soledad, ambición y solidaridad; posee un ritmo, al principio lento, que va dosificando la intensidad del contenido de la trama mientras el público entiende la esencia de las distintas personalidades de los protagonistas. Más adelante, casi al final, la acción se intensifica en todos los sentidos dando paso a un final inesperado y que, durante los últimos segundos, después del ?black out?, deja tiempo suficiente para disquisiciones preliminares.
Es interesante que instituciones como IGA permitan estos montajes que a veces suelen ser no muy comerciales, pero que en cambio sí dejan otras ganancias menos perceptibles como puede ser el refinamiento del gusto hacia otro tipo de teatro.
Este es el aval que necesitan grupos teatrales que por lo general tienen que conformarse con reducidos espacios alternativos.