Autor hoy poco conocido, pero bajo cuya influencia se formaron muchos grandes creadores.
Sus primeros estudios los realizó en la Academia de Bellas Artes fundada por José María Reyna Barrios en 1892. Allí entró en contacto con maestros como José de Bustamante, Francisco Monterroso, Rafael Pilli, C.T. Wilson, Emilio Gómez Flores, Antonio de Arcos, Tomas Mur y el importante creador español, Justo de Gandarias. Entre sus compañeros de promoción destaca el nombre de Agustín Iriarte (1876-1962). Juntos fueron resaltados por el Diario de Centroamérica para la primera exposición de alumnos del mencionado centro de estudios (29 y 30 de octubre de 1892).
Juntando las escasas fuentes que lo citan se puede listar su actividad en distintas ramas del arte: dorado de imaginería religiosa (especialidad que menguó durante el siglo XX) y como restaurador, paisajista y retratista académico.
También exploró con éxito el campo de la miniatura. Según la Revista de la Escuela de Artes Plásticas trabajó principalmente óleo y carboncillo centrando su atención en la figura humana. Entre la poca producción conocida de este artista hay un retrato de grandes dimensiones del presidente Manuel Estrada Cabrera, el que elaboró junto a Rafael Rodríguez Padilla en 1918 y pertenece (o perteneció hasta no hace mucho) a la colección nacional.
Aquellos primeros años del siglo pasado están mal documentados. Aunque hay menciones de academias particulares y oficiales en algunos libros, hasta ahora es muy difícil establecer una relación clara del intercambio y aportes de los artistas del período. En todo caso es importante mencionar el contacto con otros artífices como Ernesto Bravo, Eduardo de la Riva, José Cayetano Morales e imagineros de la talla de Julio Dubois, Salvador Posadas y Manuel Antonio Montúfar.
En la Escuela Nacional de Artes Plásticas (en ese entonces Escuela de Bellas Artes fundada en 1920) impartió dibujo del natural entre 1928 y 1946, durante la dirección de importantes maestros como Humberto Garavito, Rafael Yela Günther, Dubois, Rodolfo Valladares y Ovidio Rodas Corzo.
Fue a partir de 1928 que su salón de clases fungió como sala de exposiciones y por lo que durante varias décadas, ya en otras locaciones, éste conservó su nombre hasta hacerse oficial durante la dirección de Max Saravia Gual.
Esa cátedra, dibujo del natural, fue vital para desarrollar en sus educandos un sentido de la observación muy peculiar y en la que, según apuntes de Guillermo Grajeda Mena, su verdadero valor radicó en el ?método teórico y practico? que ?llevaba la experiencia tradicional de los talleres de arte… de sentido refinado para captar los valores formales de las líneas, las luces, las sombras, los espacios, las distorsiones que provocan las perspectivas, la atmósfera que crea la belleza de los conjuntos, la riqueza de los detalles de los primeros planos y el esfumado de los segundos y terceros, desde el ángulo determinado como justo para lograr el estudio?.