Vida

Exposición póstuma (2a. parte)

Tal como se anotó la semana pasada, en el autorretrato de 1921, Antonia Matos ya alcanza rasgos tempranos de individualidad que facilitan su comparación con trabajos de otros artistas activos en aquel momento.

Perfil que resalta nuevamente en “Cabeza de Anciano” (fechada en 1924), en la que se aprecian nuevas propuestas para el color de la época. En esa pintura, realizada con gradaciones de blanco y azul claro, es destacable el trabajo de la frondosa barba en el que ya presenta las porosidades que harían característica su pincelada.

Más retratos, personajes anónimos de momento, completaron la serie expuesta en la sede de la Fundación Paiz.

De entre estos llamó la atención otra pieza que se reseña en el catálogo de la muestra. Se trata de un hombre joven, sentado sobre una mesa, que sostiene un cigarrillo en la mano derecha. En ésta se puede apreciar la austeridad en la aplicación de colores que contrasta con la riqueza de los empastados que brindan vida a la tez del modelo. Manejo que la acompañará durante casi toda su carrera.

En este retrato los detalles que dan carácter a la tela del traje y dinámica al conjunto fueron solucionados por líneas sueltas, gruesas y oscuras, que determinan la facilidad que la artista poseía para recrear formas por medio del dibujo. Esta obra presenta como adición un elemento erótico el cual podía apreciarse a simple vista y que puede ser considerado como una rebeldía de la artista.

Hay que mencionar el busto en yeso de una mujer indígena (retratada también en algunas pinturas no expuestas para esa ocasión). Esta cabeza, de la década de los veintes, se adelanta por más de diez años a las modeladas por Galeotti Torres. En el presente no hay muchas esculturas localizadas que permitan analizar la estructura evolutiva de sus técnicas.

Lo que sí se puede apreciar en ésta obra es el interés de Antonia Matos por recrear al personaje vivo a través de la materia. Esta peculiaridad la aleja de las posiciones hieráticas presentes en las esculturas de casi todos sus contemporáneos.

Dentro del repertorio artístico de Antonia Matos también se pueden señalar algunos trabajos que caen dentro de motivos más convencionales. Entre estas temáticas y en la exposición que se reseña destacaba, por un colorido poco común en ella y atrevida propuesta espacial, el óleo “Naturaleza muerta”. Con esto se quiere señalar que aún en esta clase de concepción encontró el modo de dejar huella debido a la manera de abordar elementos formales: vista general con ligero sesgo aéreo, primer plano inmediato, puntos de fuga muy marcados, concepción espacial atípica.

Algo similar sucede con el “Mercado”, también en el catálogo, en el cual se ocupa exclusivamente de la distribución espacial del color. Para ello resta importancia al registro de los modelos para conferirles una posición circunstancial dentro de las posibilidades cromáticas que maneja aquí con más libertad que en otros trabajos expuestos como, por ejemplo, la “Corrida de Toros”.

Lo mismo hace con los demás elementos que pierden definición para dar paso a libertades poco exploradas (o que de momento son desconocidas) por artistas guatemaltecos de los años treinta.

(Continuará).

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