Las damas del comité que organiza la subasta, profesionales todas que donan el tiempo necesario para que cada año culmine con éxito la convocatoria, se enfrentan siempre a variadas disyuntivas.
La primera de ellas es cumplir la misión principal de recaudar fondos para nutrir a dos importantes fundaciones que, a su vez, velan por causas primordiales. Una de ellas es la Fundación Ramiro Castillo Love con su ambicioso programa de alfabetización. La otra, la Fundación Fernando Iturbide, que pondera posibilidades de vida para personas afectadas por el VIH.
Ya, en distintos documentos, han quedado anotados los campos humanitario, histórico y artístico que reflejan el impacto alcanzado en la comunidad por el comité y la subasta. Cada uno de ellos juega un papel de primer orden en el cumplimiento de la misión que se han impuesto por una vía que hasta hace pocos años era difícil de predecir: la del arte. Expresión que en los últimos años se ha visto revalorizada de modo drástico por la globalización. Esto sin tomar en cuenta el modificado gusto de los coleccionistas más jóvenes y por ende el de los artistas de las generaciones recientes.
Por lo mismo han trazado una meta de calidad que permita identificar valores cuyos aspectos formales se reflejen en la permanencia del producto artístico. Por el otro lado, tal y como ha sucedido desde siempre, se realiza un esfuerzo para atraer a los maestros activos en el medio, cuya sólida trayectoria es la garantía de la seriedad y trascendencia de la subasta.
Hay que sumar además un interés especial en localizar piezas confiables para coleccionistas que buscan obra histórica de peso. Este año, por ejemplo, las rotarias consiguieron fortalecer la colección con trabajos de Carlos Mérida, Dagoberto Vásquez, Anamaría de Maldonado, otras producciones de artistas ya desaparecidos y trabajos retrospectivos de protagonistas activos, todos fundamentales en el desarrollo de la plástica del siglo XX.
Este esfuerzo ha llevado a desarrollar aspectos contemporáneos de museografía, conservación, curaduría y documentación, que dan otros perfiles profesionales al evento. Así, al mismo tiempo convocan a los benefactores de sus proyectos, organizan conferencias y charlas en las que procuran un acercamiento educativo con estudiantes de escuelas, colegios y universidades. Lo mismo pretenden los catálogos documentales de la subasta y las tres publicaciones de lujo con las que premian a los artistas más representativos de cada edición.
No queda más que decir que este año, con la ayuda del coleccionista, los rotarios pretenden superar las metas superadas en años anteriores. Hay que recordar que los beneficios serán réditos que permitirán hacer una Guatemala más grande y mejor.
Fe de error
La columna del domingo 17 de enero se publicó con el título ?Discípulos Rivera?, cuando debió de anotarse ?Ayudantes de Rivera?.