El guatemalteco parece estar desanimado por la violencia, la falta de políticas públicas coherentes y el incremento de las denuncias de corruptela, a las que se suman los rumbos distintos que deciden tres personajes diferentes en el FRG, afirma Barahona.
Desempleo, más impuestos, violencia y confrontación, entre otras cosas, ha sido la marca negativa de 2001. ¿Está de acuerdo con que eso incrementó el desánimo ciudadano?
Para ser realistas, habría que decir que fue un segundo año de pesar e incertidumbre, y que se incrementó el desánimo ciudadano, pues la percepción que se tiene es que no hay gobierno. Es como una nave sin timonel, donde los remeros manejan en diversas direcciones.
Algo que le ha hecho mucho daño al país es la confrontación entre gobierno y sociedad.
A lo cual se agregan las constantes denuncias de corrupción…
Sí, pues la percepción es que están saqueando las arcas nacionales. Este año, entre otros, hubo escándalos por presuntos malos manejos en los ministerios de Salud y Gobernación, así como en los fondos sociales.
¿Qué factores influyeron para tener un mal año?
En Guatemala ocurre algo único en el mundo: nos gobierna una triarquía. El presidente, Alfonso Portillo, quiere ganar tiempo y siempre dice que va a tomar decisiones, lo cual casi nunca ocurre. Pero cuando él sale del país, el vicepresidente, Francisco Reyes López, toma otras decisiones, generalmente contrarias a las de Portillo. Además, cuando uno de ellos o ambos toman decisiones, la tercera cabeza, Efraín Ríos Montt, toma un rumbo distinto.
Por eso este año se ha incrementado el desánimo, la desconfianza, la incertidumbre, además de que existe una percepción sobre que el futuro podría ser peor.
La oposición ha sido incapaz de proponer soluciones viables a la crisis. ¿Eso no la hace corresponsable?
El Foro Guatemala ha estado animando lo que podría ser una concertación por la democracia. Un hecho positivo es que hace unos días la Unidad Nacional de la Esperanza, a través de Alvaro Colom, presentó una propuesta para que se unan las bancadas parlamentarias de oposición durante lo que resta del período de gobierno.
El objetivo es que los partidos hagan descender sus banderas políticas a favor de los intereses nacionales. Algo similar funcionó en Chile y Nicaragua, al final de los gobiernos de Augusto Pinochet y Daniel Ortega.
¿Y no hay tiempo para cambiar el rumbo?
Después de dos años de un gobierno que impone decisiones, que no dirige ni concerta, que carece de un programa y no ha impulsado políticas públicas, es difícil concebir que de la noche a la mañana las cosas puedan cambiar radicalmente. No quiero ser pesimista de que Portillo no pueda cambiar de rumbo, pero si nos guiamos por lo que ha ocurrido en estos dos años, creo que él ya logró lo que quería: llegar a la Presidencia.
¿Cómo ve el panorama para 2002?
El país tiene muy buenas oportunidades, como el inicio del diálogo nacional. También se puede retomar el Pacto Fiscal, lo cual sería una manifestación de voluntad de cambio de parte del Gobierno.
Asimismo, se debe mejorar el control del gasto público y reducir el déficit fiscal, y el Congreso debe aprobar las leyes financieras.
La sociedad civil también puede propiciar la elección de profesionales idóneos para los organismos de control que van a ser renovados casi en su totalidad en 2002.
¿Qué le recomendaría al FRG?
El desafío es tener capacidad de concertar. Pero debe cambiar su política confrontativa, de descalificación del adversario, de la imposición de su voluntad a rajatabla.