Economía

El Laberinto

El último informe macroeconómico del BID se titula “El laberinto. ¿Cómo América Latina y el Caribe puede navegar la economía global?”. Una buena alerta, sin ser alarmista, sobre las disyuntivas de política económica que los países de la región enfrentan en los tiempos y condiciones actuales: con precios de materias primas a la baja, un repunte de Europa que no llega nunca, una recuperación de la economía estadounidense que solo recién comienza a dar señales alentadoras y unas perspectivas de crecimiento regional muy por debajo de lo experimentado durante los últimos años.

En ese marco general me pareció muy acertado el esfuerzo analítico del banco en dos sentidos. Primero, porque es un texto balanceado, que mezcla tendencias regionales, subregionales y detalles individualizados de cada economía. Así, la discusión y recomendaciones reconocen la realidad diversa de nuestros países. Por consiguiente, la utilidad del texto aumenta.

Que Latinoamérica va hacia un ajuste y consolidación fiscal parece inevitable. Pero que dicho ajuste tomará formas muy diversas también lo es. Afortunadamente los decálogos ya no nos aplican pues hay condiciones suficientes en cada país para pensar y dialogar de manera creativa la gestión de nuestras economías.

Así por ejemplo, el reporte habla con mucha nitidez a países como Guatemala, que con bajas cargas fiscales y bajos niveles de gasto público dicha consolidación sería difícil de imaginar por la vía de reducir gastos solamente. Ello automáticamente nos coloca en una discusión que evalúe otras opciones como buscar mayor eficiencia, transparencia y progresividad en el uso de recursos públicos, temas todos que evidentemente hemos descuidado durante los últimos años.

La otra dimensión que me parece destacable tiene que ver con esta visión más o menos consensuada de que el tipo de ajuste que se de en la región será cualitativamente distinto a la raja-tabla de otros tiempos, que comenzaba siempre a cortar por el eslabón más débil: el social. ¿Qué ha cambiado? Seguramente el aumento en gasto social durante los últimos veinte años ha generado suficiente inercia, que aunado a un crecimiento importante en la clase media de muchos países, han creado hoy un ambiente político distinto que obliga a ser más dialogantes en épocas de vacas flacas. La sociedad latinoamericana ha tomado mucha conciencia y valoriza los logros sociales alcanzados, y difícilmente estaría dispuestas a ponerlos en juego por la sola necesidad de cuadrar las cuentas fiscales.

Paulatina y sanamente nos estamos moviendo hacia la búsqueda de opciones menos bruscas y con más visión de largo plazo. Los logros sociales y el empoderamiento de una nueva clase media son dos condiciones que posiblemente obliguen a un ajuste quizás más lento, pero a la larga más sostenible e incluyente.

Un documento por demás pertinente en tiempo de elecciones, cuando comienzan a recalentar los viejos motores simplistas y monotemáticos de política económica. Ojalá y la evidencia que aportan reportes de este tipo sea aprovechada para obligar a los liderazgos políticos a tener un debate mucho más consciente y ajustado al momento actual del país. Como en otros países de la región, Guatemala también debe apuntalarse en las voces de su clase media para forzar un diálogo y gestión macroeconómica responsables y con mucha más visión de futuro. Esa es la naturaleza de nuestro laberinto.

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