ECLIPSE
Diferencias salariales
Volvemos a la “normalidad”, que es enfrentar de nuevo, después de ese paréntesis de la Semana Santa, la cruda realidad en que convivimos, desbordada de problemas irresueltos, violencia y enfrentamientos de todo tipo que, de seguir así, nos lleva por una senda de muy probable convulsión social.
Regresamos, quienes tenemos el privilegio de contar con un trabajo, a la rutina laboral y con ello también a seguir con la desigualdad en este ámbito, particularmente para muchas mujeres. Los aportes del trabajo femenino en la disminución de la pobreza en sus hogares, aun cuando ganan menos, no son reconocidos en su justa dimensión.
La OIT ha denunciado que hay significativas diferencias salariales entre hombres y mujeres. No solo tenemos menos acceso al mercado laboral, sino que las mujeres se insertan en los sectores de baja productividad, lo que obedece a la diferencia de oportunidades, particularmente en lo que a educación y capacitación corresponde.
La Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes) ha dado valiosos aportes al tema del trabajo decente. Recientemente presentó su boletín 2 sobre la “Dignidad de la Mujer Trabajadora”, en el que señala que la participación laboral de las mujeres se incrementó considerablemente en los últimos 20 años. En el 2014, el 35% del total de población ocupada eran mujeres, lo cual tampoco es un dato alentador por sí mismo.
El Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de Cepal, define como autonomía económica de las mujeres la capacidad de generar ingresos y recursos propios, a partir del acceso al trabajo remunerado en condiciones de igualdad con los hombres; uno de los indicadores de esta variable es el tiempo que destinan al trabajo remunerado y al trabajo doméstico no remunerado, o sea, la doble carga de trabajo que ni siquiera es reconocida en sus aportes a la economía nacional.
Los avances para la conquista de derechos de las mujeres han sido muy lentos, pero también desiguales, dijo el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en un evento celebrado en Chile, en el que además lamentó que ningún país del mundo ha alcanzado la equidad plena para las mujeres.
Esto tiene que ver con el modelo impuesto y dominante que ha privilegiado una visión excluyente, patriarcal, con una ideología reproducida por una serie de factores que debemos transformar con cambios de actitud, de mentalidad, de manera persistente, tenaz, convincente, eliminando las falacias, las lamentaciones y los mutuos señalamientos. Los argumentos deben ser sólidos y las demandas por el respeto y cumplimiento de derechos, normas y garantías tienen que ser promocionados constante e intensamente. Nos atañen a todas y todos, tanto en el hogar, como en la escuela, la sociedad y, sobre todo, en las instituciones del Estado.
En la ONU se ha analizado la discriminación de las mujeres en la legislación y en la práctica y ha concluido que la población femenina se enfrenta a condiciones de trabajo lamentables, confiscación de tierras y diferencias salariales en relación con los hombres que hacen la misma labor. La mayoría de empresas en el mundo han creado departamentos de responsabilidad social, pero no han impulsado políticas para corregir las injusticias que sufren las mujeres en el área laboral.
Los Estados tienen la obligación de identificar, prevenir y poner fin a las prácticas discriminatorias de las empresas. Otra tarea para esta pobre entelequia, nuestro Estado. Nosotras tenemos que demandar nuestros derechos.
iliaalamilla@gmail.com