Aunque cada vez podría ser menor, la quema de Judas aún reúne a los vecinos de colonias populares de la capital y en mayor proporción en la provincia.
Este año destacaron las quemas de Judas en barrios de la zona 7, 11 y 21.
En la calzada Raúl Aguilar Batres y 50 avenida de la zona 11, colonia Castañas, este sábado un grupo de al menos 50 personas desde temprana hora comenzó con la tradicional quema de Judas.
El rito incluye la lectura de “El Testamento de Judas” , que reúne el ingenio y destaca entre sátira realidades propias del barrio.
El muñeco elaborado de trapo y relleno de paja fue colocado afuera de un inmueble, donde a la vista de todos fue prendido en llamas. El acto también incluyó música, baile y cohetillos, celebrando en una representación simbólica, el final del engaño.
La quema del traidor
Hasta hace pocos años, en Latinoamérica se seguía la tradición de elaborar muñecos que representaran a este personaje bíblico y después lo destrozaban y quemaban. En Guatemala aún se practica, sobre todo en la provincia y en algunos barrios y colonias populares de la capital, aunque cada vez son más escasas estas representaciones.
La costumbre surgió durante la Colonia, aunque no se sabe exactamente cuándo. El historiador Efraín Subero, autor del libro Origen y expansión de la quema de Judas (Universidad Católica Andrés Bello, 1974), señala que la primera vez que se quemó un Judas en América fue en Santo Domingo, actual República Dominicana, en 1549. Aclara, sin embargo, que el muñeco que se elaboró en esa ocasión representaba al comerciante y cosmógrafo Américo Vespucio, quien permaneció en estas tierras y, de paso, se aprovechó de los nativos.
De acuerdo con el estudio Género y arte popular: Los judas, escrito por Eli Bartra, esta tradición tiene raíces precristianas. “Se inspira, de alguna manera, en los ritos de inmolación; tiene relación con los cultos antiguos en los que se purificaba por medio del fuego”, refiere.
Mucho tiempo después —siglo XVI— aparecieron en Valencia las llamadas “fallas”, que eran hogueras dedicadas a San José y que se encendían cada 19 de marzo. En estas, además, se quemaban grandes muñecos sostenidos sobre un trozo de madera. “Eran la caricatura de algún personaje cómico del barrio o servían para hacer crítica social o política”, se lee en la investigación de Bartra.
Hay que señalar que se califican en femenino, o sea las Judas —esto porque era una especie de la Eva pecadora, es decir, de la mujer traidora por naturaleza—. El monigote estaba hecho de trapos y mientras más raro y repulsivo, mejor. Tenía que ser a la fuerza pelirrojo y entre la ropa que llevaba tenía que dominar el rojo. En su mano, una bolsa llena de vidrios, dispuesta de tal manera que al moverlo tintineara y sonara como si fueran los 30 dineros recibidos por la venta de Jesús. Lo suspendían del cuello para dar la sensación de que se había colgado para ahorcarse”.
Los muñecos que representan a Judas se elaboran de diferentes maneras. En México se acostumbra el uso de cartón, y en Guatemala, por lo regular, están rellenos de trapos.
Lo visten con prendas robadas a familiares. De esa cuenta, varios días antes de la Semana Santa, niños y jóvenes escurridizos roban los pantalones del padre, los calcetines de un hermano, los zapatos del abuelo o el sombrero de un tío. Los más atrevidos, emplean ropa de una vecina.
Con todo reunido, el Miércoles Santo se arma el muñeco, se le viste y se le coloca un rótulo con una leyenda picaresca que hace alusión a alguien conocido dentro de su círculo social, por lo regular alguien “que cae mal”.
Luego se carga el monigote y se le pasea por las calles del barrio, para que toda la gente lo vea y conozca sus faltas y castigo. Se aprovecha, asimismo, para pedir dinero y así sufragar los gastos. Esto se hace todos los días de la Semana Santa hasta llegar al Sábado de Gloria, el más simbólico para esta tradición.
Ese día, por lo general entre las 8 y 10 horas, en un lugar popular y concurrido, se lee el “Testamento de Judas”, un texto que los organizadores redactan con sátira e ironía unos días antes. El documento, como su nombre lo indica, detalla los bienes que el traidor heredará a personas conocidas, sean de la localidad o de todo el país, lo que arranca risas y carcajadas de los presentes.
“Yo, Judas Iscariote, dejo mi sombrero al presidente de Guatemala, para que luego no ande saludando con sombrero ajeno los triunfos de los atletas nacionales, a quienes, dicho sea de paso, ni siquiera apoyan”, gritan por ahí. Continúa: “También lego a los políticos mi librito de la Constitución, explicada con dibujitos, y mi Ley Electoral en versión animada; tal vez así entienden que no se puede hacer campaña anticipada”.
Estas bromas, cuando van dirigidas a residentes del barrio, son más directas porque se aprovecha para “sacar trapitos al sol”. Los historiadores aseguran que el “Testamento de Judas” causa enemistades.
Una vez terminada la lectura de ese gracioso pasquín, Judas es colgado y quemado, con un fondo bastante bullicioso, por los cohetillos. En algunas ocasiones se escuchan las notas de la marimba. Ese es el fin del traidor.