LIBERAL SIN NEO
Sí, se puede
Se estudia mucho el fenómeno del liderazgo, pero se sabe poco sobre cómo y cuándo surge. La semana pasada falleció Lee Kuan Yew (LKY), a la edad de 91 años. La mayoría de jóvenes y adultos alrededor del mundo no serían capaces de identificar a este personaje, un verdadero estadista, gigante de la historia. Condujo a la pequeña ciudad estado isla de Singapur, de la pobreza del subdesarrollo a la prosperidad del primer mundo, en una sola generación.
En una nota sobre su fallecimiento, la agencia noticiosa AP señaló que durante sus 31 años como primer ministro, LKY transformó Singapur, una pequeña isla pantanosa sin recursos naturales, en la nación más rica y próspera de Asia. Aplastó la corrupción a todo nivel, formó una eficiente burocracia y servicio civil, construyó un sistema educativo de primera línea y se enfocó en impulsar el desarrollo de una economía de clase mundial, altamente competitiva en el mercado global. Construyó una meritocracia.
La isla de Singapur tiene una extensión de tan solo 718 kilómetros cuadrados —más pequeño que el departamento de Totonicapán— y una población de 5.5 millones de habitantes. Es uno de tan solo nueve países, el único de Asia, que tiene una calificación crediticia AAA. Es el cuarto centro financiero mundial y el quinto puerto mundial por manejo de carga marítima. Medido en términos de paridad de poder adquisitivo (PPP), Singapur tiene el tercer ingreso per cápita más alto del mundo, US$78.7 mil por persona —15 veces el de Guatemala—. Este indicador es dramático al considerar que, previo a 1965, el ingreso per cápita de Singapur era de apenas US$500.
Singapur tiene una economía de mercado altamente desarrollada. Es una de las economías más libres, más innovadoras, competitivas y amigable a los negocios: tiene el ranquin número dos del Índice de Libertad Económica. El Índice de Percepción de Corrupción identifica a Singapur como uno de los países menos corruptos del mundo, junto con Nueva Zelanda y los países escandinavos. Con una población de poco más de media decena de millones —menos de un tercio de la de Guatemala—, es el decimocuarto mayor exportador del mundo, el decimoquinto mayor importador y el decimoprimer lugar en reservas de divisas internacionales. Es un centro global de logística y finanzas. Algo que le pararía el pelo a mucho revolucionario, hay más de siete mil empresas multinacionales de Estados Unidos, Europa y Japón, cerca de mil 500 de China y otro tanto de India, con inversiones y operaciones en Singapur.
Junto con el impulso a un milagro económico sin precedentes, LKY dio gran importancia y acomodo al hecho de que Singapur es un país multiétnico —chino, malasio, indio y europeo—, donde conviven diferentes culturas y lenguas.
No vale la pena comparar a LKY con Fidel Castro, a pesar de que llegaron al poder por la misma época, en islas. Una, un pantano sin recursos, ni siquiera agua, y la otra, con todo. LKY optó por crear una de las economías más abiertas y meritocráticas del mundo, mientras que Fidel… pues ya sabemos. Pero en estas latitudes, para muchos, Fidel es un héroe revolucionario, mientras que LKY es desconocido. Es poco probable que la imagen de Lee Kuan Yew vaya a desplazar a la del Che Guevara como figura icónica y admirable en playeras, boinas y carteles de la industria de la protesta social.
Ya quisiéramos un LKY. Un líder histórico sin igual, visionario, que rehuyó el populismo y guió a su país en un camino de prosperidad sin precedentes. Merece descansar en paz: misión cumplida.
fritzmthomas@gmail.com