EDITORIAL
Entes creados como recursos de choque
Una fundación es una asociación civil creada para un fin benéfico específico en favor de la sociedad. Aunque han evolucionado mucho desde el siglo XIX, que fue cuando surgieron con más fuerza en Europa y EE. UU., el concepto inicial de filantropía, altos ideales y objetivos serios, constantes, coherentes y verificables se mantiene.
Sin embargo, en su afán de servir como nuevos grupos de presión, algunos políticos han prostituido ese concepto al crear entes supuestamente independientes, los cuales instrumentalizan para que materialicen las afrentosas tareas que ellos no pueden emprender de manera personal.
Como ejemplo reciente se puede citar la llamada Fundación contra el Terrorismo Mediático, cuyo solo nombre arrastra una carga de riesgo para quienes se desempeñan en el plano de la comunicación, pero también para cualquier guatemalteco, ya que tal agrupación se atribuye la potestad de acusar y poner en laberintos legales a todo aquel cuyas opiniones resulten incómodas para los grupos con los cuales se vinculan sus integrantes. Esto entre otros aviesos fines que no fueron publicados junto con el decreto gubernativo, como si la ciudadanía no mereciera saber qué asociaciones avala con su firma el ministro de Gobernación.
Otra evidencia de la peligrosidad de estas asociaciones son las solicitudes de antejuicio contra magistrados del Tribunal Supremo Electoral, promovidas precisamente por una fundación vinculada con el partido Líder.
Esa agrupación incluso colocó en su red social la fotografía de cuando tal recurso fue interpuesto, algo que pareció ser motivo de orgullo, aunque ningún medio de comunicación serio le dio cobertura.
Si bien es el partido Líder el que más ha abusado en los últimos meses de esos artilugios, no es el único, pues existen sobradas evidencias de que detrás de esas fundaciones inescrupulosas hay dirigentes políticos dispuestos a constituir grupos de choque a la usanza de las corrientes fascistas, con la única diferencia de que en el caso de Guatemala se valen del retorcimiento de las leyes y de una burocracia pusilánime.
Las personas que quizá buscan agenciarse de ingresos extras por medio de estos entes no parecen darse cuenta del grave daño que ocasionan a la noble figura de las fundaciones como entidades no gubernamentales sujetas de derecho. Lo más patético es que tales individuos culpan a los medios de comunicación cuando su servilismo los pone en evidencia.
Lo peor de todo es que la perversión de ese tipo de organizaciones atenta directamente contra la consolidación y el fortalecimiento de las instituciones democráticas y los poderes del Estado, aunque tales artimañas no avanzarían si no existieran funcionarios inconsecuentes con sus obligaciones, que a su vez adeudan favores políticos. Aun así, lejos de engañar al ciudadano con poses legalistas, los políticos disfrazados con piel de oveja causan indignación y vergüenza ajena, al mostrarse su total intolerancia, su incapacidad de dirimir abiertamente las discrepancias y, sobre todo, su poca imaginación para enfrentar las ideas con ideas.