CATALEJO
De nuevo, colegas son asesinados
AYER FUE UN DÍA NEGRO para el periodismo guatemalteco. A plena luz del día y en el parque central de Mazatenango, fueron cobardemente asesinados los periodistas Danilo López, de Prensa Libre, y Federico Salazar, de Radio Nuevo Mundo, y gravemente herido Marvin Túnchez. En sus 64 años de vida, este periódico ha llorado la muerte de sus periodistas, comenzando con Isidoro Zarco, en 1970. En los últimos años, el fotógrafo Roberto Martínez murió porque un policía le disparó en la 7a. avenida y 19 calle, mientras cubría una manifestación. En Coatepeque, un sicario mató al corresponsal Jorge Mérida Pérez, el 10 de mayo del 2007. Los secuestros de Pedro Julio García y Álvaro Contreras, en los ochentas, se agregan a esta violencia.
EL DRAMA EN MAZATENANGO me hizo recordar la frase de una viuda: “Las madres, las esposas y los hijos son quienes verdaderamente sufren cuando un periodista es asesinado”. Cierto. Son hombres caídos por ejercer una libertad, la de emisión del pensamiento a través de la prensa, y su muerte deja sin padre y sin esposo a inocentes. Para peor, la sociedad guatemalteca tiene memoria flaca. Los nombres de los periodistas asesinados han desaparecido dentro de la ola de guatemaltecos víctimas de hechos similares, el 98% de ellos impunes por corrupción o incapacidad. Durante el enfrentamiento armado, murieron por lo menos 30 periodistas por razones ideológicas. Ambos bandos creían válido asesinar a quienes no pensaban como ellos.
EL PERIODISMO EJERCIDO en la provincia tiene algunas características cuyo resultado es aumentar el riesgo de ejercer la profesión. Primero, el pequeño tamaño de las comunidades donde se trabaja, por lo cual el tejido de las relaciones interpersonales es más cerrado. Literalmente, todo mundo se conoce, está emparentado por razones de familia o se relaciona a causa de amistades de varias generaciones. Debido a eso, la cobertura noticiosa se vuelve una ofensa familiar. Una nota escrita no se ve como una crítica al puesto del alcalde, por ejemplo, sino se considera un ataque personal a mí, mi padre, mi hijo, mi primo, etc, y por eso surgen insultos o amenazas cuyo cumplimiento dependerá de la personalidad violenta de quien los profiera.
NO PUDE CONOCER EN PERSONA a los dos periodistas inmolados, aunque sí leía las notas escritas por Danilo López. Pero no por ello me conmueve menos su muerte, en especial por las criminales circunstancias de este caso. Las autoridades policiales lograron capturar a un sospechoso, aunque son mínimas las posibilidades de un castigo, lo cual no es motivo para abandonar esa lucha. Se han filtrado algunas desavenencias del periodista López con el alcalde mazateco y por ello deben ser investigadas cómo y por qué surgieron. Cuando existe voluntad política, es posible esclarecer crímenes, averiguar quién contrató al sicario con moto, una de las formas de ascendiente popularidad en el mundo criminal, lamentablemente en todo el país.
EL GREMIO PERIODÍSTICO no se arredra ante la violencia criminal. Un ejemplo triste es el de México, donde a pesar de ser en ese país una profesión tan peligrosa como es en Guatemala ser conductor de autobús urbano, se siguen adhiriendo periodistas a las filas de los informadores que critican la situación de su país. La tendencia moderna es explicar las causas y expresar criterios en los escritos noticiosos, y esto aumenta el peligro para los periodistas, quienes para ajuste de penas no reciben comprensión de su trabajo en los diversos sectores sociales. Estos sí reaccionan en contra cuando intentan silenciarlos los gobiernos y otros grupos de poder. Ahora me solidarizo con las familias de los colegas Danilo López, Federico Salazar y Marvin Túnchez.