Las muestras de rechazo a la mandataria comenzaron el domingo, cuando se escucharon abucheos, cacerolazos y pitos en algunos barrios acomodados de una decena de ciudades durante la transmisión de un pronunciamiento en una cadena nacional de televisión en el que Rousseff defendía sus medidas de austeridad.
Y se esperan otras manifestaciones hasta el próximo domingo, para cuando está programada una jornada de multitudinarias protestas contra el Gobierno en varias ciudades de ese país.
Las protestas ha sido convocadas por diferentes grupos apoyados por partidos de oposición y presentan una amplia gama de reclamaciones, incluyendo un juicio político contra Rousseff por su supuesta responsabilidad en las corruptelas de Petrobras y la delicada situación económica del país.
El PT atribuyó los cacerolazos a un movimiento “con sesgo golpista” orquestado y financiado por la oposición y Rousseff advirtió de que la sociedad brasileña “no aceptará rupturas” democráticas.
“Dejen de buscar una tercera vuelta electoral. Las elecciones ya acabaron y una tercera vuelta no puede ocurrir, a menos que alguien quiera una ruptura democrática”, aseguró.
Las protestas, alega la oposición, surgieron espontáneamente por parte de personas preocupadas con la situación económica de ese país, que rechazan las medidas de ajuste fiscal anunciadas por el Gobierno o que están indignadas por el gigantesco escándalo de corrupción que sacude a la estatal Petrobras, la mayor empresa de Brasil.
De acuerdo con el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), la mayor fuerza opositora, la insistencia del Gobierno en atribuir las muestras de insatisfacción a una campaña “golpista” puede agravar aún más la crisis.
“Con su ineptitud para tratar un momento delicado, Dilma (Rousseff) está consiguiendo transformar lo que era una dificultad económica en una crisis política”, de acuerdo con un análisis de coyuntura divulgado por el principal partido de oposición.
Según la formación liderada por el senador y excandidato presidencial Aécio Neves, el Gobierno continúa atribuyendo la difícil situación económica a la crisis internacional, como lo hizo Rousseff este domingo en un discurso “tan engañoso y falso que recogió, en tiempo real, uno de los más explícitos rechazos de que se tienen noticia en ese país: un cacerolazo gigante”, dijo.
El análisis del PSDB dice que “lo que Dilma y su grupo no parecen haber comprendido es que las manifestaciones son actos espontáneos de quien no soporta más la incapacidad latente del Gobierno para lidiar con el momento de dificultad que atraviesa el país”.
La economía brasileña está estancada y puede sufrir una contracción del 0.7 % este año, según las últimas proyecciones; las cuentas públicas registraron un déficit histórico el año pasado; la tasa básica de interés está en su mayor nivel en seis años (12,75 %) y la inflación interanual subió hasta el 7,7 %, su mayor nivel en diez años.
Para corregir estas “dificultades transitorias”, el Gobierno anunció una serie de medidas de austeridad, que incluyen el control de gastos, el aumento de impuestos, el encarecimiento del crédito y el recorte de ciertos beneficios laborales, lo que ha sido criticado incluso por sindicatos y sectores de izquierda aliados de Rousseff.
Los analistas del mercado financiero consideran que esta insatisfacción puede dificultar la aprobación de las medidas de ajuste en el Congreso, a lo que atribuyen parte de la devaluación del real, que ha caído a su valor más bajo en los últimos 10 años.
El Parlamento ya ha rechazado algunas de las medidas, presionado tanto por la impopularidad del ajuste como por la crisis generada tras la decisión de la Corte Suprema de investigar a 34 parlamentarios, entre los que se encuentran los presidentes del Senado y la Cámara Baja, por las corruptelas en Petrobras.
La crisis política puede agravar la económica, según admitió hoy el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, quien advirtió de que recuperar el crecimiento económico depende más de la aprobación de las medidas de austeridad en el Congreso que de una subida del real, que ha perdido un 15 % de su valor en lo que va del 2015.
El ministro admitió que la caída del real es provocada en parte por el temor de los inversores a que el Gobierno no cuente con el respaldo parlamentario suficiente para aprobar el ajuste.