LA ERA DEL FAUNO
La molotera
En la primaria teníamos un compañero que era el más violento del colegio. Solo sabía dar golpes, tirar cáscaras con hule, robar y jugar molotera. Para quienes no estén informados, la molotera era el arte de tirar a los más débiles al suelo y caerles los demás encima. A cuantos nos tocó más de una vez estar debajo, sabemos lo asfixiante que es recibir el peso de tanta gente, incluido su desaseo personal. Sobre aquella piscina humana se lanzaba Villagrán —creo que ese era su apellido— carcajeando con la trompa bien abierta.
Lo divertido venía después: cuando ya se había largado Villagrán, otro compañero salía de su escondite arremangándose la camisa y preguntando por el puñetero, para ponerlo en su lugar.
Esa imagen vino a mi mente tras la visita del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien se reunió con los presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras para dejar claras las condiciones antes de ejecutar el plan Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica.
Cada cual tiene su lugar en la molotera. Se entiende quién es Villagrán y quiénes están debajo. En este caso, la ubicación es consecuencia de mantener durante siglos la mano abierta. Es el precio de mendigar. Vivir implorando dinero de Estados Unidos bajo el argumento de que somos pobres, y encima robárselo, sujeta a los gobiernos a seguir sus reglas.
Apenas se fue Biden, Otto Pérez salió en los medios diciendo que no aceptaría imposiciones. ¿Por qué no se lo dijo cuando todavía estaba aquí? Es como el compañero aquel, cuya valentía siempre llegaba tarde. Mi primera tentación fue responder que no lo hizo por cobardía, aunque, pensándolo detenidamente, creo que no lo hizo porque habría sido irracional negar la evidencia. A nosotros podrá intentar engañarnos, pero a Joe no podía contradecirlo porque es cierto que la Cicig hace un buen trabajo. Es la única institución en la cual podemos confiar. El crimen organizado ya tomó los poderes del Estado. Esta semana lo comprobamos una vez más, pues los magistrados de la CSJ presionan a los jueces que apoyaron a la magistrada Claudia Escobar cuando denunció el tráfico de influencias. Aquel acto de dignidad de la jueza —que no supimos aprovechar— es hoy asfixiado bajo el desaseo de la CSJ.
Es más fácil que saquen por la puerta de atrás a quien bien nos ha servido, como la jueza Jazmín Barrios, la fiscal Claudia Paz y Paz o la magistrada Escobar. Desde que vino al país Iván Velázquez, Otto Pérez ha estado deseando que se largue. De entrada, dijo que ya solo debía capacitar al personal del MP. Cómo no. Cualquier presidente, en una situación correcta, solicitaría la prórroga de la institución para que lo ayude a romper la impunidad, pues la Cicig es lo único fiable que nos queda.
Es cierto que al Gobierno de Estados Unidos no le interesamos como país libre, ni como personas; sin embargo, podemos estar de acuerdo cuando dice que es necesario airear el sistema.
@juanlemus9