CON OTRA MIRADA
Inútil inversión
El Centro Cívico de la Ciudad de Guatemala es el más importante ícono del urbanismo y la arquitectura moderna y contemporánea (1950-1960) que integró el arte en los espacios abiertos y al interior de sus edificios. Incluye el Teatro Nacional, Palacio Municipal, Oficinas Centrales del Instituto de Seguridad Social, Banco de Guatemala y Crédito Hipotecario Nacional. Más tarde se sumaron la Corte Suprema de Justicia y Torre de Tribunales, y el Ministerio de Finanzas.
En su planificación, diseño y construcción participaron profesionales recién retornados después de haber estudiado arquitectura en universidades de México y EE. UU.: Roberto Aycinena, Jorge Montes, Carlos Haeussler, Pelayo Llarena y Raúl Minondo. Los artistas convocados fueron Roberto González, Guillermo Grajeda, Carlos Mérida, Efraín Recinos y Dagoberto Vásquez; su obra, calidad y magnitud no ha sido superada.
En la década de 1990, un grupo de amigos, con el apoyo del alcalde, creamos la figura del Centro Histórico. Definimos el área a proteger mediante un acuerdo ministerial y la figura administrativa dentro de la Municipalidad y su Reglamento del 2Ag2000. Aparte del área fundacional de la Ciudad se incluyeron los conjuntos Cerrito del Carmen, plaza y templo de Ciudad Vieja, Montículo de la Culebra y Acueducto de Pinula, Estación del Ferrocarril y Centro Cívico.
Años más tarde propuse al Ministerio de Cultura declararlo Monumento Nacional. Fue denegado con el argumento de que ya estaba protegido por la declaratoria del Centro Histórico y su reglamento. Poco después rectificó su dictamen y lo declaró como tal, lo que es una gran cosa. Otro importante intento es que la Unesco lo incluya en la lista del patrimonio mundial.
Pese a los grandes valores que tiene para los guatemaltecos, existen requerimientos difíciles de satisfacer para ser considerado, como es tener valor excepcional para la humanidad. Pesa en su contra el deterioro de su entorno urbano y arquitectónico. Pero, sobre todo, proyectos de construcción como el anunciado semanas atrás, de crear en los patios de Fegua y Plaza Barrios un centro administrativo de gobierno en el que se prevé instalar cerca del 60% de funcionarios públicos actualmente dispersos en edificaciones privadas que el Estado alquila, lo que implica unas 11 mil personas y cuatro mil estacionamientos.
La propuesta se sustenta en el decreto 16-2010 que estimula la creación de alianzas público-privadas tendentes a desarrollar obras de rentabilidad social y bienestar común. Incluye ramales del Transmetro, tren de cercanía sobre la calzada Atanasio Tzul, centros comerciales y densificación de la vivienda. Cuenta con el visto bueno de la Municipalidad, Ministerio de Cultura y, por supuesto, del Organismo Ejecutivo, lo que no implica que resista un mínimo análisis urbano, que nos dirá que la sola idea de semejante concentración convertirá el sector entero, de la 12 avenida a la Bolívar y de la 18 calle a la Torre del Reformador en un infierno vehicular, pero, sobre todo, que deshumanizará el Centro Cívico, que fue uno de los objetivos de sus autores al crear las plazas que unen el conjunto.
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