A CONTRALUZ
Jalón de orejas
¿SERÁ QUE LA VISITA de Joseph Biden es algo que puede celebrar el gobierno guatemalteco? Para nada. El arribo del vicepresidente de EE. UU. es un jalón de orejas a quienes no han detenido el deterioro de su patio trasero. El imperio vino a dictar las prioridades de las tres naciones que conforman el Triángulo Norte de Centroamérica, que se han convertido en un serio peligro para su seguridad. El Plan para la Prosperidad debe entenderse como el mayor esfuerzo de Washington para resolver la crisis de estas parcelas que exportan a miles de niños indocumentados que huyen de la pobreza y violencia, lograr el saneamiento de las finanzas estatales, la depuración de la justicia, erradicar el crimen organizado y combatir la corrupción.
SI BIEN EL PRINCIPAL ofrecimiento de EE. UU. son US$1 mil millones, esa ayuda para el desarrollo está en la cola de un venado porque la Casa Blanca aún debe convencer a los congresistas republicanos de la necesidad de desembolsar esa plata para países incapaces de resolver sus propios problemas. Y para demostrar la buena disposición local, la prueba de fuego deberá ser la ampliación del mandato de la Cicig en Guatemala y la creación de instancias similares en Honduras y El Salvador. Ese quizá fue el trago más amargo para el presidente Pérez Molina, que ha tratado de deshacerse de esa comisión que le resulta incómoda porque es una piedra en el zapato de sus colegas militares implicados en crímenes de guerra, de altos funcionarios corruptos y con vínculos estrechos con el crimen organizado. Eso lo sabe el imperio y por eso golpea en donde le duele más a un gobierno que no comprende que Guatemala es ya un Estado fallido.
CUANDO SE OBSERVAN los cuatro ejes del Plan para la Prosperidad no cabe duda de que cualquier oferta electoral de los precandidatos presidenciales se queda corta. EE. UU. exige dinamizar el sector productivo, crear empleos, mejorar la calidad y cobertura educativa y de salud, dar servicios públicos a la población marginada, reforzar la capacidad financiera del Estado, eficientar el gasto público y, sobre todo, mejorar la seguridad ciudadana y el acceso a la justicia. El imperio le ha tomado la medida a los políticos chapines que solo saben regalar bolsas de víveres para ganar elecciones y cuando llegan al Gobierno saquean los fondos estatales a manos llenas.
OJALÁ QUE LA CLASE POLÍTICA chapina entienda que este es su último tren hacia el desarrollo, si lo deja el siguiente será hacia el despeñadero. Se puede alegar que es un mayor intervencionismo yanqui porque efectivamente lo es, pero la situación en estos tres países ha llegado a un nivel crítico de requerir una cirugía mayor que sus dirigentes políticos y oligarcas no están dispuestos a hacer. En Washington entienden que la situación en el Triángulo Norte es una bomba de tiempo que deben desactivar, pese a la tozudez de los gobernantes locales acostumbrados a hacer lo que les venga en gana mientras el país se cae en pedazos.
@hshetemul