Sobre cualquier ley o tratado
Sin embargo le dije: ¡Cuídese! El señor que vino anoche me dio mucho miedo. Siento algo malo. Mi papá me vio con cara muy extrañada y mi mamá le dijo que ella sentía lo mismo. Fue la última vez que vi a mi papá”.
Lógicamente el nerviosismo que derrochaba Cajal y López era porque estaba prácticamente llegando a invitarlo a una reunión donde ya estaba planificada la muerte de Molina Orantes y de otro notable, el Lic. Eduardo Cáceres Lenhoff. El resto de la historia ya la conocemos, cuando un grupo de indígenas acompañados de terroristas del CUC y del EGP asaltaron la Embajada. Para agravar la situación, en casa, se recibió una llamada telefónica: que ella atendió: “Era la voz de un indígena que decía: ¡Los vamos a matar! ¡Los vamos a matar! ¡Decirles que los vamos a matar! Yo respondí: ¡Quiero hablar con mi papá! Se llama Adolfo Molina. No me oyó, solo colgó. Me quedé horrorizada”.
La Cruz Roja estaba aparcada frente a la Embajada y Oddette Arzú estaba como protagonista.
Continúa: “Se rompió un vidrio de la ventana y empezó a salir humo negro. Mi hermano fue a recoger una manguera de jardín de la vecindad y trató de echar agua por la ventana, pero no alcanzaba. Entonces oímos los gritos y salió algo de fuego”.
En otra parte dice:
“ los guerrilleros universitarios más radicales, que dieron dos balazos en la espalda a mi padre y tiraron las bombas que lo mataron”. Los jueces no quisieron que se le entregaran las pruebas del forense que practicó la autopsia… “Al siguiente día se presentó un juicio contra España porque su embajador violó los Acuerdos de Viena, que impiden a cualquier funcionario extranjero interferir con los asuntos internos del país que lo recibe. El juicio quedó pendiente de llevarse a cabo porque el embajador se dio a la fuga y nunca fue extraditado”.
Más irónico fue que el Reino de España, lejos de pedir cuentas al embajador asesino, Máximo Cajal y López, lo premió con otro puesto diplomático a pesar de haber violado las leyes de nuestro país.
Lamentablemente lo que vemos es que quienes promueven este tipo de linchamientos van detrás de una compensación económica millonaria que sin duda al recibirla compartirán con los jueces, magistrados y fiscales que se prestan a estas aberraciones jurídicas, que muchas veces se apoyan en tratados internacionales, pero les recuerdo el artículo 204 de la Constitución: “Los tribunales de justicia en toda resolución o sentencia observarán obligadamente el principio de que la Constitución de la República prevalece sobre cualquier ley o tratado”. Entiéndase bien, sobre cualquier ley o tratado.
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