El holocausto y su simbolismo
AYER SE CUMPLIERON 70 años del día de la liberación de los sobrevivientes, cuyas condiciones eran y siguen siendo todavía el motivo de estremecimiento ante la barbarie ocurrida en la Alemania de entonces, un país cuyo alto nivel cultural no parecía haber propiciado las condiciones para semejantes atrocidades. Hitler y sus asesinos se encargaron de ocultar la verdad a los ciudadanos del país, quienes, en su mayoría —si bien muchos simpatizaban con el nazismo—, jamás hubieran tolerado lo ocurrido en los campos de exterminio. Setenta años han pasado y ya las nuevas generaciones europeas, aunque conocen de lo ocurrido, en un porcentaje importante lo han olvidado porque tienen poco contacto con quienes lo sufrieron y pudieron escapar.
LA DECISIÓN DE ISRAEL FUE y sigue siendo la de perseguir a los culpables, y por eso desde 1945 ha librado una cacería de ellos, sin importar dónde se encontraban. Los casos son cada vez menores en cantidad, porque ya no quedan muchos nazis escondidos en alguna parte del mundo. La acusación es de haber participado en el genocidio y el holocausto. Los jueces han sido implacables. Por eso, quienes están de acuerdo con esa decisión israelita no pueden al mismo tiempo dejar de apoyar el criterio de quienes consideran incaducables los delitos contra los derechos humanos, sin importar signo ideológico alguno. En este caso se cumple el significado de genocidio: exterminio sistemático de un grupo social por etnia, religión, política o
nacionalidad.
ESTE ANIVERSARIO DEBE, además de honrar la memoria de las víctimas, estudiar las películas filmadas en su momento, así como las circunstancias históricas de la Alemania entre 1918 y 1939, cuando la maquinaria militar nazi se lanzó a invadir Polonia y con ello hizo estallar la Segunda Guerra Mundial. Es particularmente importante porque el desconocimiento de la Historia provoca su repetición. Han pasado cinco generaciones y los testigos y sobrevivientes cada vez se reducen más. Los 70 años pasados desde entonces constituyen una cifra muy similar al promedio de vida de muchos países, y quienes ahora tienen 90 años, en esa época solo habían vivido 20 o 25. Es, podríamos decir, historia antigua. Pero no por ello se debe sepultar.
ES IMPOSIBLE HABLAR DEL caso del genocidio contra el pueblo judío, sin pensar siquiera en las posibles o seguras similitudes con el caso guatemalteco. Los alemanes de la posguerra debieron sufrir —como nación— la vergüenza de esas monstruosidades. Fue un proceso muy duro. A los culpables se les juzgó y condenó a la pena de muerte o a cadenas muy largas. Hoy, Alemania es un país poderoso económicamente, con esa etapa superada. Israel cumple con su tarea de rememorar lo ocurrido, a fin de no permitir su olvido, pero las circunstancias actuales son otras y los enemigos de los judíos se encuentran por otro lado. Ya es otro mundo, y se debe conocer esa etapa desde la perspectiva actual: casi nadie de quienes viven hoy es culpable.